Entre 1917 y 1918 F. Kafka anotó 109 pensamientos a los que tituló Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero. Ponderar a este autor a estas alturas es innecesario y casi ridículo, así que me limitaré a transcribir algunos de estos aforismos.
El camino verdadero pasa por una cuerda, que no está tendida en alto sino sobre el suelo. Parece dispuesta más para tropezar que para que se la recorra.
De cierto punto en adelante no hay regreso. Ese es el punto que hay que alcanzar.
Una jaula salió en busca de un pájaro.
Los leopardos irrumpen en el templo y vacían a tragos las ánforas del sacrificio; es algo que se repite continuamente; hasta que se puede preverlo con certeza, entonces se convierte en parte de la ceremonia.
El bien es, en cierto sentido, desconsolador.
Un sujeto se sorprendía de la facilidad con la que recorría el camino de la eternidad; en efecto, corría cuesta abajo.
Los perros de caza juegan aún en el patio, pero es seguro que la presa no se le escapará, por más que huya ya por los bosques.
Un escalón que no esté desgastado profundamente por los pasos no es más, desde su mismo punto de vista, que algo de madera más bien triste.
Somos pecadores no sólo por haber probado del árbol de la ciencia, sino también por no haber probado aún del árbol de la vida. La condición en que nos encontramos es pecaminosa, y eso independientemente de toda culpa.
Puedes mantenerte alejado de los dolores del mundo, eres libre de hacerlo y responde a tu naturaleza, pero tal vez esa abstención tuya es el único dolor que podrías evitar.
(Franz Kafka, Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero, Laia, 1983)
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