miércoles, 18 de mayo de 2011

Refranes andalusíes

Más de 1600 refranes andalisíes recopiló en dialecto arábigo-granadino el morisco Alonso del Castillo (S. XVI - 1610). Su padre se había convertido al cristianismo y anunque Alonso se crió en la religión cristiana su lengua era la arábiga, aprendiendo el castellano cuando estudiaba medicina en Granada. Gracias a esto nos ha llegado esta fabulosa colección de refranes, prueba de la influencia mutua entre las culturas árabe y cristiana también en la literatura popular. F. Corrientes y H. Bouzineb han traducido esta colección de refranes y lo que sigue es una mínima muestra de lo que se puede encontrar en ella.

¿Quieres conocer a tu hijo? Mira a sus amigos.

Si el capitán ventosea, escápate de la fila y caga.

Como el perro (guardián) de rosas, ni huele ni deja oler.

Murió y le plantaron viñas en el trasero.

Tras el almuerzo échate, aunque sea un rato, y tras la cena, anda aunque sea un paso.

Si la palabra es plata, el silencio es oro.

El casamiento es como pez en garlito, el de fuera quiere estar dentro, y el de dentro quiere estar fuera.

Como el gato de L., que le mascaba el queso a los ratones.

Como gorrión, mierda y algazara.

Cuando veas la barba de tu vecino pelar, pon la tuya en adobo.

Como el cariño del oso a su hijo, que fue a abrazarlo y lo derrengó.

Escupe al cielo y te volverá a la cara.


(F. Corrientes y H. Bouzineb, Recopilación de refranes andalusíes de Alonso del Castillo, Universidad de Zaragoza, 1994)

domingo, 15 de mayo de 2011

Malas Notas 14

Afortunada, o desafortunadamente, nuestros hijos nunca llegarán a saber que nosotros no tuvimos jamás sustancia para ser sus héroes, mientras que ellos la mantendrán mientras vivan.

Paradoja: A pesar de su absoluta pasión por la música, era incapaz de recordar ninguna melodía; así lograba que cada audición fuera un estreno.

Sólo tenía una cosa en común con los grandes autores: nada de lo que escribía le parecía acabado y digno de publicación.

En la música el llanto puede no ser la representación de la tristeza sino la manifestación de la plenitud.

domingo, 8 de mayo de 2011

Romanzen de Schumann

Robert Schumann al margen de su obra para piano y los lieder, dos formas musicales por las que ha pasado a la historia de la música, tiene también una interesante faceta como compositor de música de cámara. De los tres romanzen, Op. 94, para piano y oboe compuestos en 1849, recomiendo el tercero, en esta ocasión interpretado por Alfred Brendel al piano y Heinz Holliger al oboe.


A los cien años de Cioran

Emil Michel Cioran de no haber muerto en 1995 habría cumplido los cien años. De origen rumano se consideró un apátrida y como tal ejerció en París a donde se traslado en 1937. Cuenta Fernando Savater que se sorprendía de la admiración que ejercía sobre los hombres de izquierdas de nuestro país. Yo fui uno de ellos, y aunque reconocía lo paradójico y contradictorio de mi situación, era superior la atracción de su pensamiento y su escritura. Una escritura descarnada para un profundo pesimismo. Por aquella época otro escritor, fallecido hace pocos días, Ernesto Sábato, también derrochaba pesimismo y desconcierto.
En 1983 la editorial Montesinos publicó Desgarradura, cuatro ensayos y una colección de aforismos que llevaba por título Esbozos de vértigo. De entre ellos ahí van doce esbozos.


Es un error querer facilitar la tarea del lector: no lo agradece. Detesta comprender, prefiere embrollarse, atascarse, le gusta ser castigado. De ahí el prestigio de los autores confusos, la perennidad del fárrago.

Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas incluso. Un libro debe ser un peligro.

¡Dichosos aquellos que, por haber nacido antes de la Ciencia, tenían el privilegio de morir de su primera enfermedad!

No se escribe porque se tenga algo que decir, sino porque se tiene ganas de decir algo.

Únicamente tengo la impresión de ser eficaz, de hacer algo positivo, cuando me tumbo para interrogarme indefinidamente y sin objeto.

Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.

Aquel náufrago, recién llegado a la isla, lo primero que vio fue una horca y, en vez de amedrentarse, se sintió tranquilo: se hallaba entre salvajes, de acuerdo, pero en un lugar donde reinaba el orden.

Sólo la flor que cae es una flor total, ha dicho un japonés. Casi podría decirse lo mismo de una civilización.

Cuando se viene al mundo con una conciencia de culpable, como si se hubieran perpetrado grandes crímenes en otra vida, da igual que cometamos uno en ésta, puesto que cargamos ya con remordimientos cuyo origen y necesidad no logramos descubrir.

Si las olas reflexionaran, creerían que avanzan, que tienen un objetivo, que progresan, que trabajan para el bien del Mar, y llegarían a elaborar una filosofía tan necia como su obtinación.

Lo peor no es el hastío, ni siquiera la desesperación, sino el encuentro de ambos, su colisión. ¡Sentirse aplastado entre los dos!

En este momento estoy solo. ¿Podría desear algo mejor, existe dicha más intensa? Sí, la de oír, a fuerza de silencio, cómo se agranda mi soledad.


(E. M. Cioran, Desgarradura, Montesinos, 1983)

R rayada

Sobre fondo rayado nuestra negra R se adorna con pequeños caracoles que nacen de su contorno ensayando, sin mucho acierto, motivos florales. Aun así destaca rotunda y firme sobre el fondo fragmentado.




Compañía lectora

Cubriéndose del sol con un sombrero, recostada sobre las flores del campo, sostiene su libro con la mano izquierda mientras que su derecha acaricia al mejor amigo, apoyado en su rodilla, algo elevada, un cuervo parece seguir la lectura. ¿Será Wusch Knote la muchacha a quien desearíamos acompañar en la lectura?