domingo, 13 de abril de 2014

Jakob von Gunten de Robert Walser

Ser un escritor querido, admirado o apreciado por autores como Kafka, Musil, Canetti, Hesse o Coetzee no puede sino ser indicio que nos encontramos ante alguien realmente fascinante. Robert Walser (1878-1956) nació en Suiza dentro de una familia numerosa y con graves problemas de salud mental. Él mismo pasó los últimos años de su vida, veintisiete, en centros psiquiátricos, donde murió, tendido sobre la nieve, el día de Navidad de 1956. Su vida, al igual que la de muchos de sus personajes, es un continuo querer y no poder adaptarse a la sociedad en la que vive. El trabajo, las relaciones personales y amorosas, el contacto con la naturaleza a través de innumerables excursiones, el vagabundeo de ciudad en ciudad, las relaciones con el arte y los artistas o la búsqueda de alojamiento son temas que transfiere de su experiencia a su literatura. En la novela que nos ocupa, Jakob von Gunten, nos cuenta a través de un diario la vida de un joven que entra en el Instituto Benjamenta a la busca de un oficio y descubre que lo único que acabará aprendiendo es la importancia de la paciencia y la obediencia. Nuestro protagonista, poco a poco, se va amoldando a la rutina del instituto, a la inutilidad de sus enseñanzas, a los comportamientos estrafalarios de algunos compañeros y sobre todo del director de la institución y de su hermana, responsable de la educación de los alumnos. Walser nos sumerge en un mundo irreal al que no renunciamos a pesar de su carácter de ensueño. Disfrutamos de sus reflexiones llenas de contradicciones, réplicas y contra réplicas, de un discurso embaucador que acaba encandilando a sus superiores y donde asume, como inexorable, la certeza de ser "poca cosa". A pesar de las "diabluras" que comete sabe que éstas nunca le reportarán ningún beneficio y que su vida se reduce a dejar que las cosas ocurran. La prosa de Walser es preciosista, de variada adjetivación, con construcciones intencionadamente perfecta donde deja caer imágenes que nos sorprenden  y/o arrancan una sonrisa. Sin duda debería leerse lentamente, alejados de la prisa y saboreando las palabras como quien paladea una copa, ésa que él tanto apreciaba.

(Robert Walser, Jakob von Gunten, trad. Juan José del Solar, Madrid, Siruela, 2011)

domingo, 6 de abril de 2014

Joubert otro aforista francés

Joseph Joubert (1754-1824) es otro más de los múltiples escritores franceses que destacan en el género del aforismo. Desde su juventud se interesa por la filosofía y conoce a Diderot; también entabla amistad con Chateaubriand cuando éste regresa del exilio. Sus pensamientos aparecen tanto en sus carnets como en sus ensayos y correspondencia. En muchas ocasiones los notamos inconclusos, a la espera de una mayor y mejor definición. Su pasión por la filosofía los hace tal vez demasiado discursivos, excesivamente académicos, faltándole esa chispa, esa gracia y esa sorpresa que muchos de sus compatriotas dieron al aforismo, convirtiéndolo en el género que hoy conocemos. Él mismo reconoce que está negado para el discurso continuo y que en su poética vive "atormentado por la maldita ambición de meter siempre todo un libro en una página, toda una página en una frase y esta frase en una palabra". Sus temas son de lo más variado, del amor a las matemáticas, de las mujeres a la política o de Dios a los libros. Aquí dejo una muestra de sus pensamientos.

Soy apto para sembrar, pero no para edificar y fundar.

Hay espíritus rumiantes y yo soy una de ellos. Es preciso que todos mis jugos pasen por mi doble bolsa.

No me gustan en absoluto esos árboles siempre verdes. Puesto que nada tienen que temer, no me interesan. Puesto que nada pierden, me parecen insensibles. En fin, hay algo frío en su verdor, negro en su sombra. Su mismo follaje es puntiagudo y tiene algo duro.

Una mitad de mí mismo se burla de la otra.

¡Oh querido amigo! Vamos, ¿no sabéis cómo definen al amor? Lo definen como "una comezón". Una comezón del hombre entero.

Cuando mis amigos son tuertos, los miro de perfil.

Los lugares mueren como los hombres, aunque parezcan subsistir.

Todo lo bello es indeterminado.

En efecto, la música y la danza han sometido al orden y a la mesura lo que en el mundo hay de más inmoderado y más excesivo por su naturaleza: los saltos y los gritos.

Un solo sonido bello es más bello que una larga conversación.

El espíritu militar es un espíritu favorable a la bribonada.

Somos menos enemigos de quienes nos odian que de quienes nos desprecian.

Así la idea de resurrección sólo es en puridad la idea de despertar aplicada a la de un sueño más profundo, más entero, al que llamamos muerte.


(Joseph Joubert, Pensamientos, trad. Manuel Serrat Crespo, Barcelona, Península, 2009.)

Malas Notas 51

La vida se merece, y en esto todos estamos de acuerdo, una enmienda a la totalidad; pero nunca llegaremos a estar de acuerdo en el todo.

La vida sólo puede hacernos mejorar, y no a todos, por fuera; en el fondo seguimos siendo huraños y desconfiados.

¿Por qué siempre hay un porqué que no entendemos? ¿Por qué siempre hay un porqué que nunca explicamos?

La coma es el mejor invento de la escritura. El punto no, el punto es demasiado natural y el punto y coma es sólo un entretenimiento de escritores ociosos.

Los viejos se ponen al sol para ahuyentar el frío de la muerte.

sábado, 29 de marzo de 2014

De viaje a Sudáfrica

F. Pickford Marriott (1860-1941) fue un artista británico seguidor del Art Nouveau. Este ex-libris de 1903 está diseñado para la biblioteca pública de la ciudad sudafricana de Port Elizabeth. Como no podía ser de otra forma el marco, algo desplazado hacia arriba, lo forman una maraña de figuras entrelazadas que nos pueden recordar ramas y hojas de árboles desconocidos. El motivo central no es otro que una carabela de tres mástiles y velas cuadradas que al atardecer de un día borrascoso se acerca a un puerto que suponemos no debe ser el de la ciudad africana, ya que ésta se fundó en 1820 y este tipo de embarcaciones navegaron en los siglos XV y XVI. De todas formas podemos sospechar que la imagen representa el día en que marineros portugueses, una vez pasado el Cabo de Buena Esperanza, avistaron y recorrieron las costas bañadas por el Océano Índico, más concretamente la bahía de Algoa donde trescientos años más tarde se abriría una biblioteca pública que usaría el ex-libris de la imagen.

Una R flamenca

Otro ejemplo de letras de Art Nouveau. En esta ocasión el alfabeto está formado por distintas figuras de flamencos rosados. La disposición de las alas, las patas y, sobre todo, el cuello permite crear la figura de las letras. Nuestra R aunque a primera vista nos cuesta reconocerla no es, sin embargo, de las más dificultosas. Alargando la pata izquierda como para tomar impulso en una posible huida y con la cabeza girada hacia atrás, avizorando probables enemigos, nuestro flamenco nos confirma que está resuelto a desaparecer en cualquier momento. 


domingo, 23 de marzo de 2014

Opiniones de Borges

Posiblemente en los últimos doscientos años no ha habido dos escritores más ocurrentes que Óscar Wilde y Jorge Luis Borges. Sus opiniones no dejan a nadie indiferente, la facilidad para asombrar, la rapidez en el análisis y la impecable expresión hacen de sus aseveraciones relámpagos que iluminan y alegran la monotonía de la noche. No hace falta estar de acuerdo, ni siquiera compartir remotamente su ideario. Borges tenía una cultura enciclopédica y una elegancia en el decir que más parecía un hombre fuera del tiempo que el escritor que ha marcado la literatura en castellano del siglo pasado. Estaba más interesado por las sagas islandesas o la literatura medieval germánica que por los avatares de su época. El también porteño Blas Matamoros ha recopilado de su obra y de las múltiples entrevistas que le han realizado una especie de colección de aforismos donde el escritor nos da su opinión sobre los temas que han marcado su vida. Pero no debemos hacer mucho caso de algunas afirmaciones categóricas del maestro. Borges siempre ha estado más interesado por la perfección en el enunciado que por la verdad del discurso. Obligado a opinar sobre variadísimos temas, el escritor argentino se esmera en que la respuesta nos deslumbre, que olvidemos lo que nos dice y nos fijemos en la elegancia de la contestación. Lo importante son las palabras, cómo las encadena, qué sorpresa nos depara, qué desconcierto nos provoca. No pretende engañarnos sino regalarnos una nueva manera de ver las cosas, jugar con la paradoja, disfrutar de lo inesperado. Así ha logrado forjar un estilo inconfundible e inimitable. Argentina y los argentinos, Buenos Aires, los escritores, la filosofía, Islandia, el idioma, los libros, el Premio Nobel, la religión o el tango son temas que le han sido gratos. Aquí dejamos algunos ejemplos que tratan de sí mismo.


Después de medio siglo de vida literaria, lo único que he logrado es que la gente me reconozca por la calle, os sea lo que nunca me había propuesto.

A los setenta y seis años recuperé parte de mi vista y volví a contemplar el rostro de una hermosa amiga de mi juventud. Comprendí que eran preferibles las tinieblas.

No bebo, no fumo, como poco. Mis únicos vicios son leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta.

Cuando escribo no pienso nunca en los lectores. Salvo en el sentido de no presentarles dificultades.

Me gustan los juegos solitarios: el ajedrez, la equitación, la natación. Detesto los deportes masivos como el fútbol y el cóctel.

La ceguera gradual no es trágica. Es como un lento atardecer de verano.

Soy un hombre de ciudad, de barrio, de calles: los tranvías lejanos me ayudan a la tristeza con esa queja larga que sueltan en las tardes.

He cometido el peor pecado que un hombre pueda cometer. No he sido feliz. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías.

No me interesa en absoluto el juicio de la posteridad. Espero ser olvidado definitivamente.

Algunos críticos malintencionados dicen que soy demasiado inteligente y muy culto. Nadie lo es.

Dicen que he influido en Cortázar. No seamos tan pesimistas. Sus cuentos, que no he leído, han de ser mejores que los míos.

Ficciones y El Aleph son mis mejores libros. El sur, mi mejor cuento. El Golem, mi mejor poema.

No me dan el Premio Nobel porque en Suecia sigue habiendo gente sensata. Seguiré siendo el futuro Premio Nobel, aunque desde el momento en que nací he dejado de ganarlo.


(Blas Matamoro, Diccionario privado de Jorge Luis Borges; Madrid, Altalena, 1979)

Refranes del Bierzo

El berciano es un dialecto, entre castellano y gallego, que se habla en la comarca del Bierzo. Como en toda lengua los refranes son parte fundamental de su identidad. No hay cultura, y por lo tanto lengua, que no recoja y transmita las expresiones populares que a lo largo de los siglos ha ido configurando. Son manifestaciones de sus experiencias, de sus conocimientos y de su manera de ver el mundo. Entre la seriedad del consejo y la rechifla de la ocurrencia y la socarronería los dichos pasan de generación en generación utilizando siempre el idioma materno, compartiendo y traduciendo, si es necesario, lo que los pueblos limítrofes les ofrece y sienten como común. Muchos de los refranes bercianos se encuentran en los refraneros gallegos y castellanos, pero es en la expresión dialectal donde tienen sentido para los pobladores del Bierzo. Santiago Castelao Doñeiro publicó una antología en el año 1991 y de ella entresacamos los siguientes.


Ay muitas mulleres que celebran antes a Pascua que o domingo de Ramos.

Amistades con curas y praos junto al río, tirulirum.

As penas non matan, pero axudan a morrer.

A virgo perdido nunca lle falta marido.

Beata de condición, la cara santina y el rabo ladrón.

Cando chove e fai sol vai o demo pra Ferrol.

Casa sin muller e barca sin timón, a mesma cousa son.

Cando se comen os touciños, cantan padres e cantan fillos; cando toca a pagalos, todos son a choralos.

Debaixo da manta, nin a hermosa asombra nin a fea espanta.

Fillo eres, pai serás, según o fixeches, aisí cho farán.

Gato con fame, berzas come.

Los páxaros te dirán, cando na sazón as frutas están.


(Santiago Castelao Doñeiro, Refranero berciano, Madrid, Ediciones Lancia, 1991)

domingo, 16 de marzo de 2014

Sonata para violín de Beethoven

Si el piano es considerado como el instrumento más completo, el violín es sin duda el rey de la orquesta. Cuando ambos instrumentos caen en las manos de un maestro como Beethoven (1770-1827) la combinación no puede ser menos que deslumbrante. Entre 1797 y 1798 el compositor alemán dedicó a Antonio Salieri la sonata nº 2 para violín y piano en la mayor (opus 12). Más cercana al clasicismo que al romanticismo esta sonata nos muestra una de las grandes aportaciones del maestro: el desarrollo de los temas, creando combinaciones, variaciones y retornos que en su disposición nunca resultan reiterativos ni monótonos; antes al contrario, nuestra mente busca de nuevo los temas, ansía su reaparición, adelantamos el placer y nos dejamos llevar por la melodía esperada. A pesar del desgarro que muchas de sus obras nos muestra, en ocasiones, como en este primer movimiento, su música desborda alegría, se reconcilia con la naturaleza y todo deviene en juego y danza. La interpretación se debe a la pianista argentina Martha Argerich y al violinista letón Gidon Kremer.



 

domingo, 9 de marzo de 2014

Las chicas de campo de Edna O'Brien.

En 1960 la escritora irlandesa Edna O'Brien (1932) publicó su primer libro con el título de Las chicas de campo. Una obra prima que sorprende por la maestría de su escritura y la arrebatadora historia que nos cuenta. Caithleen y Baba son dos niñas que asisten a la misma escuela de una aldea irlandesa. Su relación se sucederá hasta que desembarquen en Dublín, ya jóvenes, después de haber sido expulsadas de un internado de religiosas católicas. La obra camina entre lo alegre y lo doloroso ofreciéndonos una imagen real de lo que era la sociedad irlandesa de mediados del siglo pasado, sobre todo del papel que la mujer empieza a tomar, rompiendo con los estrechos límites que hasta entonces les estaban asignados. La novela, que fue quemada públicamente por el párroco de su aldea, es una delicia. Después de más de cincuenta años sigue teniendo una frescura y una cercanía que sólo las grandes obras son capaces de mantener. La autora nos transmite un profundo conocimiento y amor por unos personajes con los que sentimos y reímos a un tiempo: la madre siempre presente; el padre despreciado y despreciable; Martha, madre de Baba, soñadora y temerosa del paso del tiempo; Gentleman, la representación del amor; Hickey, el abnegado trabajador de la finca; el tendero, las monjas, la casera, los ricos en busca de aventuras..., todos se incorporan al universo del lector para enriquecerlo. El texto es de una frescura asombrosa, escrito en primera persona sentimos como si sentados frente a Caithleen, ésta nos estuviera contando, reposadamente, su vida, entreteniéndose en reproducirnos unos diálogos ágiles y veraces y unas descripciones comedidas, certeras y siempre oportunas. Sólo hay una cosa que lamentar, la escasa publicación de sus obras en castellano; esperemos que el éxito, merecido, de esta novela convenza a editores de lo urgente que es remediar ésta imperdonable situación.

(Edna O'Brien, Las chicas de campo, Trad. Regina López  Muñoz, Madrid, Errata Naturae, 2013).

Malas Notas 50

Cuando visitamos a nuestros muertos, año tras año, sentimos que cada vez estamos más alejados cuando, en verdad, lo que estamos es más próximos.

No todos estamos capacitados para descubrir, pero tenemos la obligación de entender.

No hay peor castigo que el remordimiento.

Antes de que naciera el Marqués de Sade ya habían gustos que merecían palos.

Si los deseos no se pueden controlar y sus satisfacción está fuera de nuestro alcance, quién nos hace sentir la culpa.

domingo, 23 de febrero de 2014

Ex-libris para unos versos de Omar Khayyam

Walter Crane (1845-1915) fue un artista inglés que junto a ilustraciones de libros infantiles se dedicó al diseño de papeles y tejidos. Buen grabador de madera aplicó sus conocimientos a la creación de ex-libris. El que nos ocupa, probablemente dedicado a un familiar, nos presenta en el recuadro central una escena tomada del cuarteto del poeta persa Omar Khayyam (1048-1130) transcrito en su parte inferior. Poeta materialista y de gran sensualidad en el poema nos presenta uno de sus grandes placeres, la lectura bajo el árbol cargado de fruta, el alimento sencillo representado por el pan, y la cántara de vino que alegrará sin duda el camino que nos lleva al paraíso. La naturaleza, representada por la cigüeña y la luna menguante, contribuye a realzar la placidez y la serenidad. A ambos lados y en sentido vertical sus instrumentos de trabajo, un lápiz y una pluma; en el ángulo superior izquierdo, sus pinceles y su paleta con su anagrama; en el centro y abrazando la escena la inicial de su apellido.



Alfabeto de Art Nouveau

Esta R pertenece a un alfabeto diseñado por el francés E. Mulier. Seguidor del estilo Art Nouveau, como puede apreciarse, fue publicado en París el año 1903. Las formas curvas y los tonos y colores suaves hace nuestra letra ideal para un cartel, un anillo o un vaso de licor. Nunca la pondríamos al inicio de un capitulo pero sí en un broche. Los extremos nos recuerdan simpáticos gusanos o bromistas culebrillas que se contonean atrayéndonos la atención, queriéndonos seducir para que las acojamos en nuestro pecho y la dejemos colgar del hilo de plata que pende en nuestro escote. Decididamente nunca será relevante pero sí decorativa, como el tiempo despreocupado en que fue creada.









sábado, 22 de febrero de 2014

Concierto de oboe de Albinoni

Famoso por un adagio en sol menor, del que se duda su autoría, Tomaso Albinoni (1671-1751) compuso alrededor de 200 obras contando sus cerca de 50 óperas. Amigo de Vivaldi y violista poco se sabe de su vida. Hijo de un comerciante de papel veneciano estudió violín y canto, y aunque consiguió la fama con sus óperas, hoy en día es reconocido por su música instrumental, sonatas y conciertos. Muestra de su importancia en la música clásica es que el mismísimo Bach utilizó algunos de sus temas en sus composiciones. Dentro de los conciertos destacan los doce para oboe que se debieron escribir en torno al principio de la segunda década del siglo XVIII. Todos los conciertos alternan movimiento rápido, lento y rápido y su duración no llega a los diez minutos. En esta ocasión podéis escuchar el concierto nº 12 interpretado por los maestros del oboe Alison Alty y Anthony Camden acompañados por la orquesta de cámara London Virtuosi y dirigidos por John Georgiadis.


Más refranes sefardíes

En estos momentos que se habla de dar la nacionalidad española a los judíos sefardíes no debemos olvidar que desde hace más de quinientos años llevan conservando nuestro idioma tal y como se usaba en el momento de su expulsión. Es verdad que en sus muchos éxodos han ido tomando palabras de otros idiomas, como el turco o el griego, pero siempre como préstamos que se reciben y agradecen del lugar de acogida. Muchos de estos judíos que se habían establecido en el centro de Europa y se consideraban ciudadanos europeos tuvieron que huir cuando el nacionalsocialismo aplicó su política de exterminio. En busca de un nuevo mundo se embarcaron hacia el continente americano, recalando tanto en tierras del sur como del norte. De entre estos últimos Isaac Jack Lévy recopiló los refranes que aún conservaban del castellano y los publicó, junto a un estudio sobre el refranero, en 1969 con el título de Prolegomena to the study of the refranero sefardi. Del total de refranes forma dos grupos, en uno nos presenta aquellos que son fiel reflejo de los refraneros castellanos de la época; mientras que en el otro grupo encontramos refranes a los que no ha podido encontrar modelo o claramente han surgido a partir de las nuevas condiciones de vida una vez exiliados de su patria. La muestra que presentamos pertenece al primer grupo.

A kada uno li gueli bien su pedu.

Al ombri artu, lo dulse amarga.

Amor di madri, ke lo demás es aire.

Bien ama, ken nunka olvida.

Buena fama todu inkuvre.

Dime kon ken vas i te diré kén sos.

Dinguno savi lo ke ay en la oya, sino la kucara ki la mineya.

Dondi no ay din no ay don.

En kaza yena, prestu si giza la sena.

En la ora más oskura esklaresi.

Fue por lana, i vino triskilado.

Kada uno si araska onde le kome.

Ken a feo ama, irmozo li paresi.


(Lévy, Isaac Jack; Prolegomena to the study of the refranero sefardi, New York, Las Americas Publishing Co., 1969)


domingo, 16 de febrero de 2014

Los pensamientos de Napoleón

Honoré de Balzac recopiló entre los documentos de Napoleón Bonaparte los pensamientos del gran estratega corzo. Amante de la libertad y defensor de la república no podía ocultar cierto desprecio por el pueblo llano. Las relaciones con sus soldados y súbditos podían ser paternales o de sumisión. Al sentirse soberano se igualaba a Dios y veía en su misión una necesidad y transcendencia que lo situaba por encima del resto de los mortales. El escritor Joseph Roth lo retrató magistralmente en su novela Los cien días, desplegando sus contradicciones y desgracias, sus dudas e ilusiones.
Napoleón opinaba de todo, del arte militar, de la soberanía, de la religión, de la realeza o de la política. Los franceses, la revolución, las leyes o el matrimonio también entraba entre sus intereses. Dejamos aquí una pequeña selección de sus juicios.

Los reyes pagarán cara mi caída.

A la larga, un exceso de poder acaba por pervertir a la persona más honrada.

Las locuras de los demás nunca nos hacen sensatos.

Carecer de patria es vernos privados del cuarto donde nacimos, del jardín que recorrimos en nuestra infancia y de la habitación paterna.

Los golpes del destino son como los de la prensa de acuñar monedas: imprimen su valor a las personas.

El azar es el único rey legítimo del universo.

En la posición en que me hallo, sólo encuentro nobleza en la chusma que he desatendido, y sólo veo chusma entre la nobleza creada por mí.

La muerte es un dormir sin sueños y, quizá, sin despertar.

El necio tiene sobre las personas inteligentes la gran ventaja de estar siempre contento de sí mismo.

En la corte es un gran error no colocarse delante.

El hombre de frente tersa no ha reflexionado nunca.

Las novelas son la historia de los deseos humanos.


(Napoleón, Máximas y pensamientos, Trad. José L. Gil Aristu, Barcelona, Círculo de lectores, 2004)

"Adiós, hasta mañana" de Maxwell

¿Existen los libros imprescindibles? ¿Cuántos pueden serlo? ¿Sólo son imprescindibles los clásicos? ¿Lo son a la vez para todos los lectores? ¿Cómo y cuándo sabemos que un libro es imprescindible? Difícil de responder a estas preguntas con seguridad. Sólo me aventuraría a afirmar que sé que un libro es imprescindible cuando lamento haber tardado tanto en conocerlo o, si está recién editado, que su autor haya tardado tanto en ofrecérnoslo.
William Maxwell (1908-2000) además de buen editor (por él pasaron Salinger, Updike o Cheever) fue un gran escritor que supo crear una corta pero magnífica carrera literaria. Adiós, hasta mañana fue su última novela (1980) y en ella nos cuenta cómo el destino puede destruir lo que en un determinado momento nos ofrece, o puede ofrecer, la vida. Ya anciano nuestro protagonista vuelve la vista a su infancia y recuerda cómo un asesinato cortó de raíz lo que podría haber sido una buena amistad. Mientras construyen su casa, al atardecer, se acerca para deambular entre los tablones y travesaños de una construcción aún a cielo abierto. Allí conoce a un muchacho con el que lentamente establece una relación. Pero cuando parece que puede surgir la amistad, el padre de este muchacho mata a uno de sus vecinos. Desde entonces no vuelven a hablarse y prácticamente desaparece de su entorno. Muchos años después intenta descubrir qué es lo que ocurrió, necesita saber las razones de ese asesinato porque sólo así podrá imaginar qué fue del imposible amigo que perdió. "Adiós, hasta mañana" era la frase de despedida cuando dejaban atrás la casa a medio construir y volvían cada uno a su suya para la cena. Maxwell reproduce aquellos sucesos que dejaron sin sentido la despedida y nos plantea el poder y la añoranza por lo perdido. Imprescindible.

(William Maxwell, Adiós, hasta mañana, trad. Gabriela Bustelo, Barcelona, Libros del Asteroide, 2008)

domingo, 2 de febrero de 2014

Malas Notas 49

A pesar de que continuamente ensayaba conversaciones, sólo a veces lograba introducir alguna en los días siguientes, y éstas siempre sonaban falsas y deslucidas como una triste y evidente parodia.

Mientras que entre los hombres el sentimiento más destructivo son los celos, entre mujeres el que se manifiesta con más virulencia es la envidia.

¿Se puede vivir sin ser correspondido? Parece ser que sí, aunque aún nadie ha podido explicar cómo.

No hemos nacidos para ser leídos sino para que nos cuenten.

La nostalgia es una enfermedad de la memoria, como la melancolía lo es del deseo.

Una R muy artística

Jean Midolle fue un calígrafo, miniaturista y creador de tipografías del siglo XIX. Dentro de su alfabeto Lapidaire Monstre nos encontramos con esta R dividida horizontalmente en tres estratos. Si el primero nos muestra motivos florales que bien podrían ser la base de un estampado textil y en el segundo podemos apreciar ondas y cenefas como bordadas sobre lienzo por manos ágiles, será en la parte baja donde reivindicará a dos genios unidos por la letra inicial. Rabelais, nacido al finales del siglo XV, es un humanista que satiriza a la sociedad por medio de la risa en sus cinco libros sobre la vida y aventuras de Gargantúa y Pantagruel. Rossini, que nació tres siglos más tarde, también usará la risa como fundamento de su arte, muchas de sus óperas son alegres, festivas, divertidas, uno es mejor persona después de escuchar El barbero de Sevilla o La italiana en Argel.
Pongamos por ejemplo la obertura del Barbero y abramos por cualquier página el libro de Rabelais; acompasemos las grotescas aventuras de sus personaje con  la cadencia de las notas y tendremos un momento de felicidad.

La bella infancia de Kate Greenaway

Kate Greenaway (1846-1901) fue una artista inglesa que se dedicó al mundo de la ilustración. Hija de un dibujante y grabador ha dejado obras que van desde los libros a las tarjetas de felicitación o comerciales, de los calendarios a los almanaques y, como no podía ser menos, algunos ex-libris. La mayoría de sus personajes son niños en estado de gracia e inocencia, juegan, pasean, meriendan, bailan o viven entre las flores. En este ex-libris realizado para Sarah Nickson se puede apreciar el mundo que nos quiere transmitir, un mundo donde la ingenuidad y el candor impera, donde las flores parecen brotar con el único fin de ser recogidas durante el paseo, donde los pájaros son fieles acompañantes y hasta un sol que no vemos o una brisa que no apreciamos ayudan a dar sentido a unos tocados sencillos y agradables. 





domingo, 26 de enero de 2014

Música para el salmo 115

Felix Mendelssohn Bartholdy (1809-1847) disfruto de un desahogo económico que le permitió dedicarse por entero a la música. Considerado el más clásico de los románticos compuso todo tipo de música salvo la ópera, destacando sus sinfonías y oberturas. Atraído por la composiciones vocales escribió poco menos de cien lieder y cinco salmos. No sabemos si fue su ascendencia judía o su conversión al luteranismo lo que le llevó a atreverse con los salmos. El 115, del que ofrecemos el segundo movimiento (dúo y coro), trata sobre Dios y los ídolos comenzando: "No a nosotros, oh Yehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad", y continúa pidiendo a Israel que confíe en su Dios pues Él los bendecirá. El fragmento que presentamos se inicia con la voz del tenor a la que se une poco después la soprano como si fuera la confluencia natural de dos ríos que deciden mezclar sus aguas en el camino del mar, cada una mantiene su fuerza pero se acomoda al fluir de la nueva compaña. El coro las recibe y las acoge permitiendo que suenen diferenciadas, pero poco a poco, como el mar ya alejado de la desembocadura, las absorbe, las cubre y se las apropia.
Annemarie Kremer, Daniel Sans y el Chambre Choir of Europe ponen las voces, mientras Nicol Matt dirige a la Württembergische Philharmonie Reutlingen.
Disfruten.




La guerra del 14

Quién dice que para desenmascarar una guerra se necesitan mil páginas. Nadie puede poner un duda el valor de Guerra y Paz o Vida y destino, por poner dos ejemplos sobresalientes. Pero la maldad, la destrucción y la mentira también se denuncian con menos esfuerzo. Aquí tenemos 14 la novela de Jean Echenoz que en poco menos de cien páginas nos hace abominar de la Gran Guerra. En quince pequeños capítulos recorre desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta la batalla de Mons, su conclusión. Nos cuenta la historia de cinco franceses de un mismo pueblo que son reclutados al inicio de la guerra. Lo que parece sólo una aventura fugaz se va complicando y deja aparecer el horror de la muerte y la destrucción. Cada capítulo va acercándonos a la verdadera realidad de la guerra, el dolor, el cansancio, el hambre, la mutilación, la muerte. Todo está contado con la más absoluta frialdad, podríamos decir que a veces parece un notario impasible y burlón que hace inventario de la desgracia. Echenoz sabe dosificar la información y poco a poco nos ofrece datos que dan cuerpo al relato y cierran enigmas abiertos. Maravilloso el papel de Blanche, la novia de uno de los protagonistas, que pone el contrapunto de la retaguardia. El autor consciente de que bien podría considerarse su libro como un cuento largo no renuncia a brindarnos un final asombroso. Pero eso ya lo tienen que descubrir ustedes.

(Echenoz, Jean; 14, Barcelona, Anagrama, 2013)