domingo, 27 de marzo de 2011

La Fantasia de Schubert

Dentro de las obras para piano y violín de Franz Schubert (1797-1828) está la Fantasía D934. Susanna Yoko Henkel al violin y Itamar Golan al piano interpretan el tercer movimiento.


Escena bíblica

Fridolf Johnson (1905-1988) fue un ilustrador norteamericano que entre los ex libris que realizó para sí mismo llama la atención esta escena de Salomé con la cabeza de San Juan Bautista. Con una técnica que recuerda la confección de las vidrieras de las catedrales, con espacios planos y delimitados, parece pedir que rellenemos los huecos con colores vivos y demos vida a la sensual danza de los siete velos.

martes, 22 de marzo de 2011

Una R rara

Una R en estado semilíquido, de contornos oscilantes y elementos (hojas, burbujas y líneas) que parecen nadar o flotar en el eteR.


Malas Notas 12

El mayor defecto de un escritor sería la incontinencia verbal. Un buen diccionario de sinónimos y una tarde aburrida pueden alargar una frase hasta el infinito. La capacidad del escritor no está en la extensión, sino en la selección.

Los libros, sin entrar en pormenores, son la materialización de la cultura.

Es paradójico que las culturas populares e iletradas lleguen a nosotros a través de los libros.

Uno empieza a ser escritor cuando descubre que no es tan fácil andar entre las palabras.

domingo, 13 de marzo de 2011

Un refrán, un juglar y Antonio Machado II

                                                                                                   Para Pepe Rísquez.

En la entrada anterior habíamos visto cómo el refrán El gaitero de Bujalance, un maravedí porque tanga y diez porque acabe, que localizamos en un primer momento en el siglo XVII, tenía una historia que nos hacía retroceder hasta la cultura griega y habiendo pasado por la literatura juglaresca castellana.
Veamos a continuación qué fue del mismo refrán hasta nuestros días.
1675 es la fecha en que Jerónimo Martín Caro y Cejudo (1630-1712) publicó su libro Refranes y modos de hablar castellanos con los latinos que les corresponden, donde seleccionaba refranes castellanos y les buscaba equivalencia con la culturas clasicas. Aquí vuelve a aparecer nuestro refrán y por primera vez lo hace acompañado de una historia. Caro y Cejudo en la glosa de nuestro refrán nos cuenta que el origen del mismo se encuentra en la ciudad griega de Dodona donde hubo dos columnas, encima de las cuales se encontraban una campana, en una, y la estatua de un muchacho con un látigo metálico, en la otra; cuando el viento agitaba el brazo del muchacho, éste golpeaba la campana "... y le hacía despedir unas voces tan grandes, que resonaban mucho tiempo." Hay que reconocer que la historia tiene poco que ver con la que nos habríamos imaginado para explicar su origen. Sin embargo es muy interesante que en el libro al refrán lo relacionen con otros dos: Al ruin, mientras más le ruegas más se extiende y Malo de comenzar y peor de acabar. Si buscamos lo que nos dice de este último encontramos en el comentario la figura, ya conocida, del flautista árabe, aclarándonos que el oficio de flautista lo ejercían en Grecia los esclavos y que estos eran originarios de Arabia. Vemos, por lo tanto, corroborada la relación entre nuestro refrán y el proverbio griego que apuntabamos en la entrada anterior.
Nuestra próxima parada nos lleva al Madrid de 1864. El que poco después sería director del Museo Arqueológico Nacional, Ventura Ruiz Aguilera (1820-1881), acaba de publicar la segunda serie de sus Proverbios ejemplares; y entre los siete que nos presenta aparece, en sexto lugar, nuestro refrán. Una pequeña diferencia encontramos en su formulación, actualiza el arcaico verbo tangir y lo sustituye por el más común de empezar, quedando como El gaitero de Bujalance, un maravedí porque empiece y diez porque acabe. Ruiz Aguilera en su libro no nos informa del origen del refrán, se limita a utilizarlo como título y como colofón de un relato, hay que reconocerlo, intrascendente. El señor Pérez invita a una velada en su casa informando de la asistencia a la misma de la señoríta de Lirios, cantante educada en París, de la que se espera una actuación. La señorita de Lirios, llegado el momento, se hace de rogar exageradamente; ni el anfitrión, ni su esposa, ni la madre de la artista logran su conformidad, y sólo cuando todos parecen desistir, ella se levanta y acompañada de su novio se dirigen al piano. Su actuación es un desastre, pero cuanto más claro es para los asistentes, más insiste ella en proseguir. La reunión empieza a dispersarse mientras la señorita de Lirios no cede en su arrebato artístico y cuando a la una de la madrugada da por concluida su intervención, todos tienen más que claro que están ante la encarnación del gaitero de Bujalance.
Tras este paréntesis, que tan poco tiene que ver con la historia de nuestro refrán, volvamos a la senda de los refraneros. El primero es obra de Gabriel Mª Vergara Martín (1869-1948) y lleva por título Diccionario geográfico popular de cantares,refranes, adagios, proverbios, locuciones, frases proverbiales y modismos españoles (1923). En cuatro ocasiones encontramos formulado el refrán. Junto a las dos que ya aparecían en la recopilación de Gonzalo Correas allá por al siglo XVII y que tenían por protagonistas a los gaiteros de Arganda y Bujalance, nos vamos a encontrar con otro gaitero, esta vez del Arahal, y un tamborilero de Pulgar: El gaitero del Arahal, que le daban diez porque empezace y ciento porque acabase; El tamborilero del Pulgar: ciento porque lo tome y doscientos porque lo deje o El tamborilero del Pulgar: ciento porque quiera tocar y doscientos porque lo quiera dejar. Varias consideraciones. Por un lado comprobamos que el refrán se ha extendido espacialmente, a la provincias de Córdoba y Madrid se les añaden las de Sevilla y Toledo, curiosamente, las cuatro en una misma dirección. Otro detalle interesante es la cuantía de la soldada del músico, somos testigos de la carestía del oficio, pasamos de cantidades que no superaban la decena a manejarnos con los cientos. Finalmente el que aparezca un nuevo instrumento, en este caso el tambor, es una prueba más de cómo nuestro refrán crece y se acomoda a los colectivos en los que vive, asimilando nuevos espacios, nuevas cantidades y nuevos instrumentos.
Veamos una prueba más del desarrollo y transformación que sufren los refranes a lo largo de cientos de años. En 1926 Francisco Rodríguez Marín (1855-1943), publicó el primeros de sus cuatro libros de refranes (llegó a recopilar más de 50000): Más de 21000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas. Aquí nos volvemos a encontrar con nuestro gaitero, pero en una única y curiosa forma: El gaitero de arrabal: un higo porque toque, y dos porque deje de tocar. Parece que el proceso de generalización ha concluido, ya no tiene nuestro protagonista un emplazamiento que lo identifique, en cualquier arrabal de una población lo podemos localizar; el músico, porque sigue siendo músico, se ha tornado universal y hasta su salario que había sido siempre monetario se combina con el cobro en especies, por un simple higo se ofrece y lo más a lo que aspira es a doblar el fruto para hacerse perdonar lo desafinado de la interpretación.
Recapitulemos y arriesguemos una explicación.
Si quisieramos aventurar el desarrollo cronológico del refrán podríamos hablar de un primer momento, desconocido hasta ahora, en el que el refrán se creó a partir de una situación concreta, con un protagonista conocido y en que la escena del músico desafinando impactó de tal manera que acabó por hacerse proverbial. Se extendió tanto y se hizo tan conocido que llegó un momento en que se pudo obviar al protagonista, y así nos encontramos con la primera forma que aparece en nuestro refranero: Dos porque empiece y... Sin embargo un proceso contrario tuvo que iniciarse casi inmediatamente por el que la ausencia y desconocimiento del personaje pasó a hacerlo incomprensible, generando a partir de entonces sujetos en Arganda, Bujalance, Arahal, Pulgar o cualquier arrabal de pueblo que pusiese cara y encarnase a nuestro protagonista.
Y hablando de protagonistas, pasemos al último que nos queda, el poeta Antonio Machado (1875-1939). Conocedor de la cultura popular, no en balde su padre fue el que introdujo en España los estudios folklóricos, don Antonio no pudo resistirse a utilizar la anecdota del gaitero, y lo hizo hasta en dos ocasiones. El 8 de agosto de 1922 Antonio Machado publicó una colaboración en número 20 de La Voz de Soria, periódico de la provincia de sólo cuatro páginas. En la primera de estas páginas y bajo el título de El señor importante y los que soplan fuera Machado nos cuenta la historia de un señor importante de Andalucía que contrató a una banda de músicos ambulantes para amenizar las fiestas de la localidad, cuando se disponía a pagar a los músicos se enteró que dos de ellos habían simulado tocar sus instrumentos por lo que les negó el sueldo; los murgantes de pega protestaron: "Nosotros -dijeron- hemos trabajado tanto como nuestros compañeros inflando y desinflando nuestros carrillos al compás de la música.¿Que soplábamos fuera? Pues agradezca usted que no soplemos dentro."
No cabe duda que estos murgantes son familiares de nuestro gaitero. Pero no acaba aquí la relación de Machado con este motivo, entre 1933 y 1934 en un cuaderno de espiral que tituló Apuntes inéditos. (I) A.M. Mairena, nuestro poeta y prosista escribió notas para su obra Juan de Mairena. En una de ellas versifica la anécdota de los músicos:
Es una tarde de feria
con gran música en el pueblo.
Dos murgantes, que soplaban
fuera de los instrumentos,
a la hora del pago dicen:
Doble soldada queremos.
-¡Granujas!
-Lo dicho, o
mañana soplamos dentro.
Antonio Machado no se limita a transcribir o desarrollar el refrán, como todo buen escritor tiene que aportar su visión, tiene que ofrecer una nueva perspectiva; él es consciente del atractivo del refrán, no en balde ha perdurado durante cientos y miles de años, pero también lo es de que su papel es de ir más allá sin traicionar lo que le han legado. Así es que sus músicos, como descendientes que se saben de tanto mal gaitero no quieren desafinar, pero, como al fin, el dinero les es necesario, optan por un pequeño engaño, por una mentira piadosa.
Damos por finalizado este intento de conocer algo del devenir de un humilde refrán. Esperemos que sirva para apreciar, valorar y disfrutar de una literatura mínima que puede encerrar algo muy grande.

lunes, 7 de marzo de 2011

Refranes argentinos

De todos es conocido que la mayoría de los refranes de América Latina provienen del refranero castellano. Sin embargo, y los que vamos a ver a continuación es una prueba, durante los siglos que siguieron a su llegada, estos refranes se acomodaron a la realidad americana transformándose y adquiriendo una forma particular. No pierden nada de su humor, pero sus ocurrencias nos llegan renovadas.

Al mal cantor hasta los bigotes le molestan.

Al que madruga Dios lo mira sorprendido.

Al que se cría con lienzo la seda le hace cosquillas.

¡Algo es algo...! decía el diablo. (Y se llevaba un cura al hombro).

Andando bien con Dios, los santos son inquilinos.

Arre, arre borrico, el que nació para pobre nunca ha de ser rico.

Arrieros somos y en la huella andamos.

¡Ay Jesús, María y José!, yo cuándo me casaré.

Cuando el corral es chico, hasta los gringos enlazan.

Cuando uno anda a la mala, hasta los perros lo mean.

Dios los cría y el viento los amontona.

El que no nació pa'l cielo, de balde mire pa' arriba.

Los curas piden pa' Dios, pero no dan ni pa' Cristo.

Más vale un dichoso en burro que un infeliz a caballo.

Pa' semejante candil más vale quedarse a oscuras.

Siete días trae la semana y lo que no se hace hoy se hace mañana.


(Pérez Bugallo, Speranza y Pagliaro, Refranero tradicional argentino, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 2004).

Sabato y sus fantasmas

Ernesto Sabato no es propiamente un escritor de aforismos pero, en alguna ocasión, ha escrito apuntes que por la extensión y el estilo se asemejan mucho. En 1963 publicó una primera edición del libro El escritor y sus fantasmas donde recoge las reflexiones que le habían suscitado la creación de ficciones. El libro, que tiene su precursor en Heterodoxia (1953), se amplió con nuevas anotaciones en 1979. De esta versión son los apuntes que he seleccionado.

EL PRINCIPAL PROBLEMA DEL ESCRITOR
Tal vez sea el de evitar la tentación de juntar palabras para hacer una obra. Dijo Claudel que no fueron las palabras las que hicieron La Odisea, sino al revés.

AUTOBIOGRAFÍAS
Dada la naturaleza del hombre, una autobiografía es inevitablemente mentirosa. Y sólo con máscaras, en el carnaval o en la literatura, los hombres se atreven a decir sus (tremendas) verdades últimas. "Persona" significa máscara, y como tal entró en el lenguaje del teatro y de la novela.

LA "OBJETIVIDAD" DE KAFKA
Valdría la pena examinar ese fenómeno, en que una especie de fría objetividad expresiva, que por momentos recuerda al informe científico, es sin embargo la revelación de un subjetivismo tan extremo como el de los sueños. Otro contraste eficaz: describe un mundo irracional y tenebroso con un lenguaje coherente y nítido.

UNA DE LAS PARADOJAS DE LA FICCIÓN
Es característico de una buena novela que nos arrastre a su mundo, que nos sumerjamos en él, que nos aislemos hasta el punto de olvidar la realidad. ¡Y sin embargo es una revelación sobre esa misma realidad que nos rodea!

IDEA FIJA EN EL CREADROR
El tema no se debe elegir: hay que dejar que el tema lo elija a uno. No se debe escribir si esa obsesión no acosa, persigue y presiona desde las más misteriosas regiones del ser. A veces, durante años.

¿QUÉ ES UN CREADOR?
Es un hombre que en algo "perfectamente" conocido encuentra aspectos desconocidos. Pero, sobre todo, es un exagerado.

(Ernesto Sabato, El escritor y sus fantasmas, Seix Barral, 1981)

martes, 1 de marzo de 2011

Un refrán, un juglar y Antonio Machado I

De los refranes que vamos a ver el primero que conocí fue: "El gaitero de Bujalance, un maravedí porque tanga y diez porque acabe". Aunque no debe ser verdad ya que en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas aparece inmediatamente anterior este otro: "El gaitero de Arganda, que le dan uno porque comience y diez porque lo deje".
Si me quedé con el primero, aunque apareciera después, sería porque es un pueblo que conozco y aprecio.
Pues bien, estos dos refranes que recoge Correas antes de 1631 nos indican que deben ser más antiguos ya que si se localizan en pueblos diferentes, uno en Córdoba y otro en Madrid, es porque durante un periodo de tiempo más o menos largo ha emigrado de una a otra localidad. Busquemos entonces su origen.
Unos años antes, 1553, Hernán Núñez en su libro Refranes o proverbios en romance recoge la versión de Bujalance con una pequeña diferencia (taga por tanga) que más parece una errata. También nos encontramos con este: "Dos, porque empiece; diez, porque lo deje", refrán sin lugar a dudas relacionado con los anteriores.
En 1549 Pedro Vallés había publicado su Libro de refranes y sentencias en el que encontramos solamente la última variante, donde no se nos informa ni del lugar ni de la profesión del personaje. El que en la versión más antigua falten estos dos datos se puede interpretar como que en ese momento no eran imprescindibles para su comprensión, es decir, que cuando se utilizaba todos sabían que se estaba refiriendo a un mal músico. Esta ausencia del sujeto también nos indica que tuvo que pasar un tiempo entre la creación del refrán y la versión que nos ocupa, durante el cual se desprendió del sujeto al ser considerado superfluo para la interpretación.
En  refraneros anteriores a estas fechas no he encontrado este refrán en ninguna de sus formas, por lo que tendremos que buscar su origen en otro lugar.
Ramón Menéndez Pidal en su obra Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas nos habla de un juglar gallego que pertenece al séquito del rey Fernando III durante sus campañas en el sur de la península entre 1224 y 1248. Su nombre es Lopo y era tan mal tañedor de la cítola y cantaba tan mal, según muchos de sus compañeros, que en cuanto templaba el instrumento recibia un regalo "...para que no comenzase a cantar, pero él cantaba y recibía en seguida otro don para que callase; y su criado aconsejaba que le diesen pronto otro don, pues aquel juglar, gritador estridente, nunca se callaba de balde".
¿Hemos encontrado por fin, tres siglos antes de su última aparición, al protagonista de nuestra historia? Posiblemente no, primero poque en estos casos sólo se puede hablar de conjeturas y casualidades, y segundo porque todavía nos queda un salto más en el tiempo.
Nos vamos a ir a la cultura griega, más de un milenio anterior a nuestro querido juglar. Zenobio, sofista romano que vivió a principios del siglo II d. C., escribió Epítome de los proverbios de Dídimo y Tarreo donde recoge los proverbios griegos que estos autores habían recolectado, el primero en el siglo I a. C. y el segundo en el siglo I d. C. En esta obra de Zenobio encontramos el proverbio Flautista árabe, toca por una dracma y deja de tocar por cuatro, indudable antecesor de nuestros músicos. Llama la atención que durante miles de años no haya cambiado de instrumento ni haya mejorado en su ejecución.
Hasta aquí hemos llegado en nuestra marcha atrás. ¿Pero qué ha sido de nuestro refrán desde que aparece en el libro de Gonzalo Correas hasta hoy? Responderemos, en la medida de nuestras posibilidades, en una próxima entrega.