Hay que reconocer que desde lejos tenemos una R que impone. ¿Quién no quisiera ver el inicio de su nombre con ella? Pero si fijamos bien la vista reconocemos que los frutos que da no son sino bellotas; pequeñas, delicadas, bien dispuestas, sin picaduras ni bichitos que las pueblen, pero al fin: bellotas. Sólo nos queda desear que un buen cerdo ibérico devore nuestra letra y nos la devuelva en todo su esplendor (sabor).
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