Es curioso que hasta ahora no haya aparecido entre los clásicos la figura de Chamfort (1741-1794). Este moralista francés es, sin duda, uno de los máximos exponentes de la literatura aforística. Se unen en él los dos ingredientes del aforismo perfecto: la originalidad del pensamiento con la sintaxis exacta. En sus pensamientos si nada falta tampoco sobra. La naturalidad de su escritura oculta un estilo depurado, trabajado al máximo, despreciando lo superfluo, ofreciendo al lector un resultado sorprendente y a la vez agradable. En suma, lo que más se puede desear. En esta ocasión los aforismos provienen de sus Máximas y pensamientos, en concreto de los dos primeros capítulos donde expone máximas generales. Que las disfruten.
La mayoría de los autores de colecciones de versos y citas célebres recuerdan a quienes devoran cerezas u ostras, eligiendo al principio las mejores y acabando por comerlas todas.
Se echa en falta la pereza de un malvado y el silencio de un tonto.
En los grandes asuntos, los hombres se muestran como les conviene, en los pequeños, tal como son en realidad.
La importancia sin mérito da lugar a la consideración sin estima.
Considerando los modales con que se tratan a los enfermos en los hospìtales, se pensaría que los hombres han imaginado estos tristes asilos, no para sanar a aquellos, sino para sustraerlos a la vista de los afortunados a quienes estas desgracias turbarían en sus goces.
De todas las jornadas, la más desaprovechada es aquella en que no hemos reído.
Existen siglos en los que la opinión pública es la peor de las opciones.
Vano quiere decir vacío; así, la vanidad es tan miserable que apenas se le puede imputar algo peor que su nombre. Se ofrece exactamente por lo que es.
Vivir es una enfermedad de la cual el sueño nos alivia cada dieciséis horas. Es un lenitivo, cuyo remedio no es otro que la muerte.
Existen dos cosas a las cuales hay que hacerse, so pena de encontrar la vida insoportable: las injurias del tiempo y las injusticias de los hombres.
Es más fácil legalizar ciertas cosas que legitimarlas.
La falsa modestia es la más decente de todas las mentiras.
(Chamfort, Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas, Península, 1999)
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