Hay personas que bajo la apariencia de poseer un espíritu crítico se esconden seres quejosos y enemistados con la vida.
El enamoramiento se teje con mensajes ocultos; aquellos que mandamos sin tener la certeza del destino y aquellos que buscamos sin la seguridad de que se hayan emitido.
Cuando entro en una iglesia, ya sea una catedral o una ermita, nunca pienso en el poder de Dios sino en la habilidad de los hombres.
Los judíos no dejan de recordarnos que cualquier comparación con el holocausto no es sino una banalización de la historia. Lo que no nos dicen es en qué libro o versículo su Dios determinó el número de muertos necesarios para que la banalidad se convierta en masacre.
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