sábado, 30 de marzo de 2013

Siguen quedando moralistas franceses

No podría decir cuantos franceses han pasado ya por esta sección, pero sí que éste no será el último. Jean de la Bruyère (1645-1696) escribió una sola obra: Los caracteres o Las costumbres de este siglo. En ella y utilizando un estilo muy depurado pasaba revista a todos los personajes y situaciones de la Francia del siglo XVII. Su intención es abiertamente moralista, pretendiendo un cambio de las costumbres y la enmienda de sus lectores. Aunque tomaba como modelo la corte francesa era su intención pintar a los hombres en general. También estaba preocupado por la aceptación de sus postulados, defendiendo un estilo ameno que le acercara al mayor número de individuos. En vida llegó a publicar ocho ediciones de su obra, dejando la novena ya corregida pendiente de publicación. Junto a textos aforísticos encontramos otros de mayor extensión donde analiza más detenidamente los distintos caracteres. En cuanto a los temas van desde el merito personal a los bienes de la fortuna pasando por las mujeres, la ciudad o la corte.
Aquí os dejamos una pequeña selección de temática varia.

El placer de la crítica nos impide sentirnos conmovidos por cosas que son bellas.

La gloria o el merito de ciertos hombres estriba en escribir bien, y no así el de otros, que consiste en no escribir.

El valor de muchas personas reside meramente en su nombradía. Al tratarlas, son menos que nada. Aunque de lejos, imponen.

El tiempo, que fortalece las amistades, debilita el amor.

Los amores mueren por el tedio, y los entierra el olvido.

La liberalidad consiste no tanto en dar mucho como en hacerlo oportunamente.

Hay que reír antes de ser feliz, para no morir sin haber reído.

En dejarse gobernar hay tanta debilidad como pereza.

Si un hombre de finanzas fracasa, los cortesanos dicen de él:"Es un burgués, un don nadie, un zafio". Si triunfa, le piden la mano de su hija.

El avaro gasta el día de su muerte más que en diez años de existencia, y su heredero en diez meses más de lo que él gastó a lo largo de su vida.

Tal vez los hijos serían más queridos por sus padres, y recíprocamente, los padres por sus hijos, sin la condición de herederos.

La corte es como un edificio hecho de mármol; quiero decir que está compuesta de hombres muy duros pero pulidos.


(Jean de la Bruyère, Los caracteres o Las costumbres de este siglo, traducción de Ramón Andrés, Edhasa, 2004)


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