sábado, 16 de marzo de 2013

Qué grande es Carlos Pujol

En 1988 Carlos Pujol, en medio de un pequeño parón creativo, decidió poner por escrito sus reflexiones sobre la creación literaria y la literatura en general. Fruto de ello fue su obra de aforismos Cuaderno de escritura del que ya nos hemos ocupado en este blog. Diez años más tarde vuelve a regalarnos nuevos pensamientos en su libro Tarea de escribir. El tema sigue siendo la literatura y el acto de la creación. Gracias a sus aforismos entramos en la mente del autor que, en medio de la creación, necesita explicarse la naturaleza del acto en que está inmerso. Sus reflexiones no tienen desperdicio, nos pasea por la razón de la lectura, la formación del estilo, el origen de las tramas, las relaciones entre autor y lector, la función del crítico o la arbitrariedad en los gustos y las modas. Todo ello sin que falte ni sobre nada. Su escritura es exacta, sorprendente a veces, hasta lo que puede parecer obvio está expresado con una corrección que lo hace novedoso. Además en ningún momento nos martiriza pensando qué ha querido decir, porque como buen aforista sabe que la claridad es esencial. ¡Cuánto tendrían que aprender de él aquellos que creen que la ambigüedad es estilo cuando suele ser más bien falta de precisión! Os dejo con una pequeña selección para abrir boca de un bocado delicioso.

Hay que intentar decir lo que no se sabe y ronda por dentro. Lo sabido no tiene ningún interés.

Biografías. Cualquier vida es apasionante, y todas contienen la nuestra, por lejanas que puedan parecernos.

Hay quien cultiva la modernidad como se cuida una flor cuyo único encanto es que ha de marchitarse enseguida.

Cada lector lee su propia novela, como si la leyese en un idioma distinto -su lengua natal- del que usó el novelista.

Si se renuncia del toso a la sencillez la literatura se hace arte decorativa.

Las novelas malas son una mina de enseñanzas profesionales. El único inconveniente es tener que leerlas.

Por mucho que elogien lo que hemos escrito no conseguirán mejorarlo en nada.

Si los escritores se preocuparan más de ser entretenidos que de parecer sublimes, todo eso saldríamos ganando.

Es el problema de las vanguardias, que a todo lo que se les ocurre lo llaman nuevo.

La mejor cura de la vanidad es releerse.

Hay libros inolvidables que son como una música que viene de tiempo atrás; tal vez no sean los mejores, pero siempre tendrán un agradecido lugar en la memoria.


(Carlos Pujol, Cuadernos de escritura, Pre-textos, Valencia, 2009)

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