viernes, 29 de marzo de 2013

¿Existe la literatura judía?

Después de leer a muchos autores judíos (los dos Grossman, los dos Roth, Canetti, Zweig, Klemperer, Levi, Bellow, Kafka o Krauss entre otros) descubro, tarde como siempre, que existe una literatura judía y que tiene un sumo sacerdote: Isaac Bashevis Singer (1904-1991). Si en todos los anteriores la cuestión judía siempre está presente, en Singer lo ocupa todo. Y no lo digo como desmérito, al contrario, nuestro autor es capaz de llegarnos a lo más hondo mientras nos cuenta los avatares de los judíos polacos del siglo XIX o la cotidianidad de los que emigraron a América huyendo del nazismo. La casa de Jampol, escrita entre 1953 y 1955, nos narra la vida de una familia judía en Polonia durante la dominación rusa tras la sublevación de 1863 y hasta el final de siglo. Asistimos al auge y decadencia de una familia de judíos que mejoran tras el aplastamiento de la nobleza polaca a manos del zar. Pero, afortunadamente, Singer no se deja llevar por su naturaleza y nos presenta a unos personajes de lo más variopinto. Junto a judíos ortodoxos encontramos a rabinos acomodados, a místicos, a descreídos, apostatas o conversos, todos afrontando la existencia desde su condición de pueblo elegido. No podemos elegir entre ellos porque todos tienen su gloria y su miseria, consiguiendo el autor levantar acta de lo que es la vida, una sucesión de momentos, las más de las veces fortuitos, en los que participamos casi sin convencimiento. No sé si el estar escrito en yiddish, esa lengua mezcla del alemán, el arameo, el hebreo y otras lenguas eslavas, tiene que ver con la agilidad y sobriedad de su estilo, pero es de agradecer el torrente de cosas que es capaz de contarnos en cada página. Lo mismo podríamos decir sobre sus cuentos, Un amigo de Kafka, donde nos ofrece un mosaico de situaciones y personajes verdaderamente entrañables. En su mayoría nos encontramos con los mismos judíos polacos que en muchos casos han rehecho su vida en Estados Unidos. Vemos que en distintas geografías los sinsabores y las pequeñas alegrías siguen estando hermanadas. Si tuviera que elegir dos de esos cuentos recomendaría La llave y El deshollinador, los menos judíos pero de una belleza que impresiona.

(Isaac Bashevis Singer, Obras selectas de premios Nobel, traducción de Andrés Bosch, Planeta, 1988)

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