Lino, si quería existir, no tenía otra opción que ser un personaje de Landero . Quien conozca la obra del escritor extremeño hermanará a este personaje con otros nacidos de su pluma. En este caso nos encontramos con una vida que depende de las palabras, pero no porque sea escritor sino porque las palabras definen su personalidad y a la vez la determinan. Tedio, contingencia, permanencia, ironía, valor, cobardía, absurdo o asesino son algunas de las claves de esta historia que nos presenta a un protagonista que busca la felicidad a sabiendas de que es imposible alcanzarla. Como otro de los personajes de Landero estamos ante alguien perdido, siempre por construir, indeciso, sorprendido y resignado, que no puede sino fingir, mimetizarse para pasar desapercibido. Junto a la historia de Lino recibimos el regalo del amor del señor Levin y Paula, verdadero contrapunto que no podemos sino agradecer en medio del desasosiego de los avatares del protagonista. Toda la novela tiene un sutil velo de irrealidad que nos permite distanciarnos y sonreír ante lo que de otra manera nos angustiaría y logramos intimidar con un personaje que algunas veces nos desespera. En cuanto a su escritura, Landero es tan eficaz como siempre, usando las enumeraciones para mantener un ritmo sostenido, involucrándonos en su cómputo y asintiendo ante la oportunidad de las mismas. En resumen, si disfrutasteis de Juegos de la edad tardía, El guitarrista, Hoy, Júpiter o Retrato de un hombre inmaduro, no podéis ni debéis perderos Absolución.
(Luis Landero, Absolución, Tusquets, Barcelona, 2012)
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