Recomendar un libro que ya lo ha sido por Bertrand Russell, Albert Camus o Jorge Semprú no tendría ningún mérito sino fuera porque acaba de publicarse en España y su primera edición, en Inglaterra, fue hace sesenta y un años. Un mundo aparte del polaco Gustaw Herling-Grudzinski (1919-2000) nos cuenta los dos años que pasó en los campos de prisioneros soviéticos. Huyendo de su país, y como hombre de izquierdas, en 1940 busca asilo en la patria socialista, pero una vez cruzada la frontera es acusado de espía y sentenciado a permanecer en un campo de prisioneros. En su libro nos hace un recorrido completo por el descenso a los infiernos que suponía el internamiento: los juicios arbitrarios, el trabajo forzado, las auto mutilaciones, la enfermedades, las visitas, el miedo nocturno, las violaciones, el mortuorio, la traición y, sobre todo, el hambre. Un hambre presente a todas las horas del día, un hambre con la que se traficaba, un hambre que provocaba delaciones, que estaba en guerra abierta con el trabajo en condiciones inhumanas, un hambre, en fin, que comía, literalmente, por dentro a los prisioneros. Lo que más sobrecoge es la similitud con lo que estaba ocurriendo en los campos de concentración alemanes. Si no fuera por los pueblos donde se emplazaban estos campos y por los ejércitos que los vigilaban, muy bien se podrían intercambiar las situaciones: los mismos barracones helados, las mismas comidas exiguas, los mismos insultos y castigos, la misma esclavitud en el trabajo, la misma degradación y, para muchos, el mismo final. Si pudiéramos olvidarnos de lo que nos está contando reconoceríamos que es un libro magistralmente escrito, su prosa es exacta, sus descripciones certeras, sus reflexiones nunca son gratuitas. Quizá sea el estilo tan depurado lo que nos impide gritar a cada momento lo monstruoso que es cuanto estamos viendo y viviendo por su palabras.
(Gustaw Herling-Grudzinski, Un mundo aparte, Libros del Asteroide, 2012)
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