En 1492 los Reyes Católicos promulgaron el Edicto de Expulsión de los judíos de los territorios españoles. Cientos de miles de españoles tuvieron que escoger entre cambiar de religión, sinceramente o no, o abandonar sus casas, sus posesiones, su mundo y aventurarse a un incierto destierro. La mayoría acabaron en los territorios que pertenecían al imperio otomano. Allí rehicieron su vida pero no olvidaron su idioma. Estos españoles, que se hicieron llamar sefardíes, mantuvieron durante siglos, junto a las llaves de sus casas, las palabras de nuestra lengua. Es asombroso que rodeados de otras hablas conservaran el castellano para comunicarse entre ellos, y que lo hicieran a pesar de los continuos cambios a los que se vieron sometidos. Los avatares de la historia le llevaron a Grecia, Francia, los Balcanes, Marruecos, Rusia, América Latina o Estados Unidos. En ninguno de estos destinos desapareció el ladino, idioma en el que, sobre la base del castellano, se fueron incorporando palabras, expresiones o giros de las lenguas en las que se desenvolvía a diario. Los refranes, como los romances o las canciones de boda, que ya conocían de la España anterior a la expulsión siguieron usándolos en sus conversaciones, manteniendo el sabor arcaico de lo que permanece prácticamente inalterable. Enrique Saporta y Beja, judío sefardí de Salónica, recogió los refranes que recordaba de su familia y los amplió rebuscando en la memoria de los viejos sefardíes de su ciudad. El fruto de su empeño son más de dos mil quinientos refranes que nos ofrece en Refranes de los judíos sefardíes. De ellos está entresacada este pequeña muestra.
Si no yora la criatura, no le dan mamadera.
Yerro de merco (médico), la tierra lo covija.
Mi vizino tenga bien, y yo también.
El viniatero etcha agua y quita dinero.
¿A la viejés, vruela?
Esta vida es un bonete, quien lo quita y quien lo mete.
Más vale cayer en gracia que ser gracioso.
Más tura un tiesto roto que uno sano.
A ti te lo digo, mi hija; tú entiéndela, mi nuera.
Quien tiene tejado de vidro, no etche piedras ande el vezino.
Más vale tadre que nunca.
El suegro y el yerno como el sol de envierno: Sale tadre y se va presto.
La suegra y el yerno como sol de envierno: Más me ayego y más me hielo.
(Enrique Saporta y Beja, Refranes de los judíos sefardíes, Barcelona, Ameller Ediciones, 1978)
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