Esta R del siglo XIX tiene pretensiones tridimensionales. Para adquirir consistencia el grabador prolonga el contorno con rayas paralelas que le dan profundidad. En cuanto a la letra, como si fuera una plancha metálica, se adelgaza o ensancha mientras curva su figura. Las distintas piezas que la forman se engarzan entorno a pequeños cilindros que producen el retraimiento en los extremos plegándose sobre si mismo. Todo nos recuerda la maquinaria o las construcciones de la época, o quizás las relucientes ballestas de los carruajes de las clases altas.
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