Otakar Stafl no podía saber que un año más tarde (1945) iba a perder la vida. Mientras tanto sigue con su trabajo artístico diseñando nuevos ex-libris. En esta ocasión aprovecha el encargo de Jan Raupach para hacer un canto a la naturaleza de su país. Al fondo, en tonos más claros, una estampa agrícola: un carro entoldado tirado por dos caballerías cruza la llanura por delante de un frondoso árbol. Más cerca de nosotros un haz de trigo tiene enganchada una hoz y reposa, a su lado, el rastrillo. Un pez nos recuerda el río que no vemos y que recorre, sin duda, la llanura; mientras, la escopeta nos habla de la fauna que se oculta entre los árboles y las rocas. El casco y el pico descansan después de horadar la tierra rica en metales. ¿Quién no alardearía de su tierra a pesar de la ocupación alemana?
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