Esta R no quiere nada recto. Todas sus líneas son curvas más o menos pronunciadas. A la pesadez del pilar que la sustenta opone la alegría del doble bucle que se atreve con un paso, arriesgado, de baile. Tal es la fuerza que transmite que el aire que la envuelve se curva también y se expande en ondas caprichosas. El blanco y el negro se suceden sin saber quién es más importante. Todo tiene un aroma de entreguerras.
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