A sus más de ochenta años la canadiense Alice Munro vuelve a publicar un nuevo libro de relatos: Mi vida querida. Aclamada y reconocida universalmente podíamos creer tras sus magníficos La vista desde Castle Rock y Demasiada felicidad que era imposible que volviera a sorprendernos de nuevo. Y bien que lo ha conseguido. Su literatura es tan completa que puede ser examinada desde muchas perspectivas. Si miramos atentamente los relatos que conforman esta nueva colección podemos apreciar que nos regala un muestrario de posibles tipos de amor, desde el innecesario e inexplicable al que aparece y desaparece sin razón, del amor que convive con la muerte al amor familiar, del desamor que queda cuando todo se acaba al amor imposible, del amor que se sustenta en el engaño al que deviene en celos y venganza. Experimentada en la vida nos ayuda a diseccionarla y reconocerla en la aparente trivialidad. Quisiera destacar dos relatos que me parecen prodigiosos, Grava y Tren. En el primero sabemos desde el principio que algo trágico va a ocurrir y lo esperamos con ansiedad, pero cuando la tragedia se produce no estamos preparados para asumir sus consecuencias y reconocer que sí, que la tragedia se acomoda a la vida y tarde o temprano, aunque no desaparece, se hace soportable su peso. El Tren es un relato que nos habla de la huida del sexo, de la imposibilidad de amar cuando el sexo se hace presente o simplemente se insinúa o nombra. Acaba su libro con cuatro relatos autobiográficos en los que reconocemos muchas de las situaciones, escenas y opiniones que hemos visto aparecer en algunos de sus relatos de ficción. Siempre nos quedará la duda si su vida querida ha penetrado en su obra o ha sido la creación la que ha modelado su querida vida.
(Alice Munro, Mi vida querida, trad. Eugenia Vázquez Nacario, Lumen, Barcelona, 2013)
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