domingo, 28 de julio de 2013

Neuman tira de la cuerda de Savater

Andrés Neuman ha rebuscado entre algunos de los libros de Fernando Savater frases que pudieran entenderse como aforismos. El resultado es el libro Tirar de la cuerda publicados por Cuadernos del vigía. En más de una ocasión hemos hablado de esta extendida práctica. Decíamos que en muchas ocasiones al sacar la frase del contexto o bien quedaba poco clara, o bien no se correspondía con la idea general de la que forma parte. En el caso actual hay que reconocer que la mayoría de textos seleccionados se corresponden con lo que se entiende y conoce como aforismo. El mismo seleccionador nos dice que el pensamiento de Savater tiende a expresarse con frases cortas y sentenciosas lo que facilita su asimilación al género aforístico. Además el mismo Savater ha participado en este tipo de libros al seleccionar y presentar los pensamientos de Voltaire en Sarcasmos y agudezas. Neuman clasifica los textos según el tema que trata: la vida, la ética, la sociedad, la política o la literatura. Es de agradecer la claridad y la sensatez de todos los enunciados. Aquí os presento una pequeña muestra.

La vida me cogió de improviso.

Odiar siempre deviene un ejercicio fatigoso que exige prestar enorme atención a los demás.

Lo importante del místico es que alcanza una especie de extraña sabiduría de nada.

Tengo verdadera afición al libertinaje y desconfío de toda libertad que se oponga a él: libertinaje, igualdad y fraternidad.

La cuestión no era que el rey fuera bueno, sino que si fuese malo también sería rey.

Donde es más importante la diferencia que la semejanza, la hostilidad no tiene freno.

¿Qué es el hombre sino el animal que pregunta?

A veces se confunde lo profundo con lo que se ha hundido.

Llevo medio siglo leyendo. Se me ha hecho corto.

Quien no cita no hace más que repetir, pero sin saberlo y sin elegirlo.

Las plantas y los animales no son mortales porque no saben que van a morir.

Lo de morirme lo dejaré para cuando no haya más remedio.


(Fernando Savater, Tirar de la cuerda, selección Andrés Neuman, Cuadernos del vigía, Granada, 2012)


No hacen falta las palabras

Hacia 1845 el compositor alemán de origen judío Félix Mendelssohn-Bartholdy (1809-1847) compuso para piano y violonchelo una pieza que no fue publicada hasta después de su muerte. Conocida con el título de Canción sin palabras esta obra, que se nombrará como op. 109, no tiene nada que ver con los ochos libros de obras cortas para piano que llevan el mismo título. En esta obra Mendelssohn combina perfectamente el clasicismo al principio y final de la obra con el romanticismo de su parte central, donde el arrebato sentimental y la intensidad se transforma en calma reflexiva. La interpretación corre a cargo de la familia du Pré; la madre, Iris, al piano y la hija, Jacqueline, al chelo.



 

La vida querida por Alice Munro

A sus más de ochenta años la canadiense Alice Munro vuelve a publicar un nuevo libro de relatos: Mi vida querida. Aclamada y reconocida universalmente podíamos creer tras sus magníficos La vista desde Castle Rock y Demasiada felicidad que era imposible que volviera a sorprendernos de nuevo. Y bien que lo ha conseguido. Su literatura es tan completa que puede ser examinada desde muchas perspectivas. Si miramos atentamente los relatos que conforman esta nueva colección podemos apreciar que nos regala un muestrario de posibles tipos de amor, desde el innecesario e inexplicable al que aparece y desaparece sin razón, del amor que convive con la muerte al amor familiar, del desamor que queda cuando todo se acaba al amor imposible, del  amor que se sustenta en el engaño al que deviene en celos y venganza. Experimentada en la vida nos ayuda a diseccionarla y reconocerla en la aparente trivialidad. Quisiera destacar dos relatos que me parecen prodigiosos, Grava y Tren. En el primero sabemos desde el principio que algo trágico va a ocurrir y lo esperamos con ansiedad, pero cuando la tragedia se produce no estamos preparados para asumir sus consecuencias y reconocer que sí, que la tragedia se acomoda a la vida y tarde o temprano, aunque no desaparece, se hace soportable su peso. El Tren es un relato que nos habla de la huida del sexo, de la imposibilidad de amar cuando el sexo se hace presente o simplemente se insinúa o nombra. Acaba su libro con cuatro relatos autobiográficos en los que reconocemos muchas de las situaciones, escenas y opiniones que hemos visto aparecer en algunos de sus relatos de ficción. Siempre nos quedará la duda si su vida querida ha penetrado en su obra o ha sido la creación la que ha modelado su querida vida.

(Alice Munro, Mi vida querida, trad. Eugenia Vázquez Nacario, Lumen, Barcelona, 2013)

Una R emplumada

Sobre fondo azul tenemos una R que nos dicen fue diseñada a finales del siglo XVI en Venecia. La línea que señala la forma de la letra parece el raquis de una pluma que ha perdido en uno de sus laterales las barbas, mientra que en el otro, éstas han sufrido la labor del artesano que las recorta caprichosa y pacientemente hasta que consigue que olvidemos su origen. En la parte superior, la silueta de una araña se asoma y, aunque admira el trabajo, se pregunta si acaso merece la pena.



viernes, 26 de julio de 2013

Un pozo idílico

El ilustrador alemán Bernhard Wenig (1871-?) perteneciente al movimiento del Art Nouveau y conocido por sus diseños textiles, dibujó en 1899 este ex-libris para el escritor Jakob Wassermann, autor entre otras obras de la famosa novela Kaspar Hauser sobre el niño salvaje encontrado en 1828, con unos dieciséis años, en la ciudad de Núremberg. No podemos afirmar que lo representado pertenezca a algún motivo o secuencia de la obra de Wassermann, lo desconocemos, pero sí que encaja con el ideal y estilo artístico de frontera entre los siglos XIX y XX. Los marcos curvos, las lineas bien definidas, los motivos naturales e idílicos, forman una estampa propia de un mundo, que no reconocemos o identificamos con el arte de la ficción. Destaquemos las lañas que unen las piedras de una de las columnas, la lira cincelada en el pretil y el anagrama del artista.


Malas Notas 43

El problema del aforista es creerse que todo lo que dice tiene importancia.

El problema de aforista es creer que todo como lo dice tiene interés.

¿Para quién escribe quien escribe?

La literatura no es nada más, y nada menos, que saber poner en orden las palabras.

¿Qué nos obliga a ser correctos, educados y agradables con los demás, si sabemos que al final nada de esto importa?

miércoles, 10 de julio de 2013

Algunos de los refranes glosados por Juan de Mal Lara

En la segunda mitad del siglo XVI Juan de Mal Lara (1524-1571) publicó su libro Philosophía vulgar, compendio de mil refranes glosados. Mal Lara había nacido en Sevilla y estudió en Salamanca donde llegó como paje de los sobrinos del cardenal de Sevilla fray Jofre de Loaysa. Allí fue discípulo del comendador Hernán Núñez, humanista interesado por los refranes y de los que publicó en 1555 más de ocho mil en su libro Refranes y proverbios en romance. Nuestro autor retomó precisamente una idea de su maestro, que invitaba a proseguir su obra, y se decidió a glosar muchos de estos refranes. Sus glosas abarcaban desde la búsqueda de autores clásicos, sobre todo griegos y latinos, que ya habían desarrollado en sus textos las ideas del refrán, hasta la vida de la sociedad española de la segunda mitad del XVI que explicaba la naturaleza y razón social del refrán. Es decir tenemos un autor que aborda el estudio del refrán desde una perspectiva filológica y folklórica, un humanista que aplica sus conocimientos al estudio de textos vulgares para demostrar la unidad entre lo culto y lo popular. Su libro, publicado en 1568, está dividido en diez centurias con cien refranes cada centuria. De las dos primeras centurias, dedicadas a Dios y a la religión entresacamos nuestra selección, sabiendo que la importancia está en las glosas que por su extensión nos es imposible transcribir.


A Mariardida nunca le falta mal día, a Marimontón, Dios se lo da y Dios se lo pon.

Buena pascua dé Dios a Pedro, que no me dixo malo ni bueno.

Cuerpo, cuerpo, que Dios dará paño.

Da Dios alas a la hormiga, para que se pierda más aína.

Da Dios almendras a quien no tiene muelas.

Da Dios havas a quien ni tiene quixadas.

Dios me dé marido rico, siquiera sea borrico.

Dios te dé salud y gozo, casa con corral y pozo.

"Dominus providebit", dezía el cura, y arrastrávalo la mula.

Dios no quiso hermano.

La cruz en los pechos, y el diablo en los hechos.

Los diezmos de Dios, de tres blancas sisar dos.

No te dé Dios más mal, que muchos hijos y poco pan.

No hiere Dios con dos manos, que a la mar hizo puertos, y a los ríos vados.

Plega a Dios que nazca el perexil en el ascua.

Romería de cerca, mucho vino y poca cera.

Quiera Dios, Mathea, que este hijo nuestro sea.


(Juan de Mal Lara, Obras completas I, Philosophía vulgar, Madrid, Biblioteca Castro, 1996)
(Hay nueva edición en Cátedra)

Lágrimas de San Lorenzo

Cuando me despedía de Julio Llamazares en la pasada feria del libro de Madrid y después de firmarnos su último libro, Las lágrimas de San Lorenzo, me dijo que esperaba que me gustara, yo le aseguré que sin ninguna duda, y él, correcto, acabó diciendo: "Eso nunca se puede afirmar hasta que no se ha terminado de leer". Los dos llevábamos razón. Su nueva novela es una verdadera delicia. Un lector de español por las universidades europeas, ya cincuentón, ha vuelto a España. Había prometido a Pedro, su hijo de doce años y al que sólo ve de tarde en tarde, que lo llevaría a conocer Ibiza, la isla donde él de joven había conocido la felicidad. En la noche de San Lorenzo suben a una colina para disfrutar de la lluvia de estrellas, las lágrimas de San Lorenzo. Mientras esperan y ven pasar la noche y las estrellas, también recuerda cómo ha pasado su vida, qué le ha llevado a acabar donde está en ese momento. Nos encontramos pues ante una novela de recapitulación y enjuiciamiento. Los distintos periodos de su vida van apareciendo sin orden pero siempre evocados desde una distancia ya infranqueable, como queriendo extraer una enseñanza que transmitir a su hijo aun a sabiendas de lo ilusorio de su pretensión. Un punto de melancolía transita en cada evocación, esa melancolía que aparece siempre en las despedidas y que surge cuando uno piensa en la desaparición. Todo ello nos lo ofrece con una prosa en voz baja, apenas susurrándonos para evitar que el dolor nos asalte y nos unamos, con nuestras lágrimas, a esa lluvia de estrellas que contemplan. Para Llamazares el tiempo se siente y se sufre, por eso junto al recuerdo también aparece la culpa. Un tiempo que sin remedio se repite aunque cambien las personas y los escenarios, así la noche que nos cuenta no es otra que la que pasó con su padre al principio de los tiempos. Léanla y disfruten de un escritor particular.

(Julio Llamazares, Las lágrimas de San Lorenzo, Madrid, Alfaguara, 2013)

domingo, 7 de julio de 2013

Bailemos un fox-trot

La música rusa ha brillado con luz propia dentro de la música clásica. Dentro del periodo soviético posiblemente no haya otro compositor tan relacionado con la nueva sociedad como Dimitri Shostakovitch (1906-1975). Su relación con el régimen sufrió tanto altibajos como una montaña rusa. Tan admirado, llegó a recibir tres premios Stalin, como censurado, tuvo que retirar varias obras, Shostakovitch pasa del elogio a al reproche en más de una ocasión. Nunca sabremos si sus sentimientos eran de adhesión sincera o pose bien estudiada, como tampoco sabremos cómo entendía esos cambios de humor de sus dirigentes. Sí sabemos que se interesó desde joven por una nueva música, el jazz. En 1934 participa en un concurso de jazz en Leningrado componiendo su Suite de jazz nº 1 en tres movimientos. El tercero de ellos lleva por título foxtrot, nombre de un baile de origen norteamericano del que surgiría posteriormente el charleston. La pieza es de una gran brillantez orquestal, reservando para varios instrumentos tiempos en que, como si fueran improvisaciones, lucieran sus sonoridades. Destaca la incorporación de la guitarra con cuerdas metálicas en uno de estos momentos. La versión que hemos seleccionado es de la Orquesta Joven de Roma dirigida por Vincenzo Di Benedetto. Disfruten como vemos disfrutar a sus jóvenes músicos.


Los sofismas de Vicente Núñez

He dudado en incorporar los Sofismas que escribió durante años Vicente Núñez (1926-2002) a esta sección de aforismos y literatura fragmentaria. Al final me he decidido porque representa, en grado máximo, los defectos de los nuevos aforistas. Una primera falta está en la extensión, cada sofisma está formado por muy pocas palabras, tan pocas que el lector no entiende en muchos casos su intención y a la vez es incapaz de completar el sofisma y lo abandona como irrelevante. La paradoja es un recurso intrínseco al aforismo, con él el autor pretende que vayamos más allá de lo que de primeras nos dicen las palabras. Sin embargo cuando la paradoja deviene, y éste es el caso de la mayor parte de los sofismas, en juego, en variaciones o pasatiempo, acaba provocando en el lector indiferencia porque ve que detrás no hay nada, puro vacío. En la página 145 nos dice: "Un sofisma va siempre más lejos que el texto que lo porta" y lleva razón, siempre que porte algo, porque es una falsedad que tengamos que rumiar el aforismo para disfrutarlo, tenemos que deslumbrarnos con la primera lectura, no quedarnos pasmados e ignorantes. Los aforistas clásicos escribían para entender el mundo y ofrecernos su opinión, en la actualidad sólo hablan de sí mismo, no sabemos si para entenderse, lo que sí sabemos es que casi todo lo que nos cuentan nos trae sin cuidado porque ellos nunca serán nuestros modelos. Posiblemente todos estos defectos se deban a la falta de selección, uno puede escribir miles y miles de textos pero no tiene obligación de publicarlos, el noventa por ciento son ejercicios o borradores sobre los que trabajar, y es esta falta de distinción la que estropea y empobrece los sofismas realmente buenos. Algunos de éstos paso a mostrar.

¿Somos los dioses de Dios?

Esto de ahora no es hoy. Es ayer.

Harto de carne, el diablo se metió a fraile: a variar de sabor.

La verdadera hermosura de la mañana está en haber dormido en soledad.

¡Si Mozart hubiera presentido los rosas de Picasso!

El desdén, si no es elegante, nunca es del todo desdeñoso.

¿Quién me garantiza que el estar conmigo no es la mera consecuencia de una huida?

Todo verdadero discípulo era ya un maestro.

Ese beso escaso es el que no se olvida.

¿Por qué el tiempo es tan largo en los trenes?

La cosecha nunca estará a la altura de la siembra.

Bendita seas, autoridad, porque nos hiciste desobedientes.


(Vicente Núñez, Poesías y sofismas II. Sofismas, Madrid, Visor Libros, 2010)

viernes, 5 de julio de 2013

¿Quién soy?

Hugo Höppener (1868-1948) conocido en el mundo artístico como Fidus fue un pintor alemán que destacó por su predilección por las figuras desnudas y los modelos de la mitología germánica. Más famoso que reconocido se decidió por la ilustración en revistas y libros y la publicación de pósters. No faltan tampoco ex-libris como el que aparece en la entrada. Un héroe descansa en un escaño mientras lee rodeado de un maizal. Por detrás se le acerca una joven con un vestido caído y ajustado al cuerpo por sólo dos estrechas cintas. Se acomoda sobre él y mientras su mano derecha se apoya en el hombro de él, con su izquierda le tapa los ojos y le susurra al oído: "Adivina, ¿quién soy?" Hay que reconocer que la estampa no es de este mundo.






jueves, 4 de julio de 2013

R metálica

Esta R está sacada de un libro impreso en papiro en Milán hacia 1490. A primera vista parece algo pesada, como si estuviera esculpida en acero y bañada con una tintura azul verdosa que refleja la luz, aclarando y oscureciendo la superficie. Formada por cuatro cuerpos, éstos se unen entre sí por formas que recuerdan a los cálices de las flores, pero no tenemos pétalos, sólo columnas inexpresivas e irreales. A esta R la han engañado y le han puesto unas galas que no les corresponden, unos alzacuellos demasiado pretenciosos y unos borceguíes inadecuados. Decididamente nunca la utilizaría como inicial.


Otra historia familiar de Joseph Roth

No conozco ningún idioma a parte del nuestro pero me parece fácil reconocer cuándo una traducción es buena. Marina Bornas Montaña nos ofrece en castellano Zipper y su padre una novela de Joseph Roth de 1928. Desde la primera página nos dejamos llevar (a veces mecer) por unas frases que no sólo cuentan una historia sino que las vamos degustando como si un plato delicioso y delicado tuviéramos entre manos. Como es común en Roth nos enfrentamos a la historia de una familia que como la sociedad en la que vive se va descomponiendo poco a poco. No hay sucesos desencadenantes, el propio suceder nos enseña que los años van minando el futuro y que el pasado sólo fue un espejismo bienintencionado. El mismo autor es el cronista de la vida de Arnold Zipper y, necesariamente, de la de su padre. No se podrían entender la una sin la otra, las dos generaciones están unidas en la fatalidad, no tienen porvenir y la decadencia se instala como un huésped familiar que actúa lenta e irremediablemente. La vida tiene un recorrido sobre el que no es posible intervenir y las buenas intenciones devienen en fracaso, pero es un fracaso que no provoca lamentos ni arrebatos, sólo un dejarse llevar sin ofrecer demasiada resistencia. Zipper y su padre es una deliciosa novela que se lee con el placer del que reconoce lo bien escrito, el encadenamiento perfecto de las frases, la sucesión correcta de los capítulos y la sorprendente capacidad para crear imágenes. Y todo se lo tenemos que agradecer a quien nos facilita su lectura, trasladando palabra por palabra de un idioma a otro la creación  de uno de los más grandes escritores del siglo XX.

(Joseph Roth, Zipper y su padre, traducción de Marina Bornas Montaña, Barcelona, El Acantilado, 2011)