Ahí van otras tres malas notas.
Las necrológicas no tienen el prestigio de las elegías, aunque comparten su dramatismo.
Cuando somos jovenes nos gusta polemizar aunque reconozcamos que nos faltan razones. Conforme nos hacemos mayores nos vamos cargando de razones pero perdemos el gusto por la polémica.
Debemos a los cuentos tradicionales la predilección por el débil, el tonto, el hermano menor, el menesteroso; y la aversión al soberbio, al altivo, al avaro y a la envidiosa.
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