A principios de 1942, y para escapar del monumental trabajo que se había planteado con Masa y Poder, Canetti empezó a escribir los primeros aforismos y anotaciones. Esta válvula de escape, como él reconoce, se transformaría en una pasión que no dejaría hasta su muerte. Durante la década de los cuarenta escribió entre otras cosas:
Una guerra que no se haga únicamente con armas espirituales me repugna. El contrincante muerto no da testimonio más que de su muerte.
A quien hemos visto dormir, ya no le podremos odiar nunca.
Desde que están sentados en sillones y comen en mesas hacen las guerras más largas.
Un invento que falta todavía: hacer reversibles las explosiones.
Imaginar lo que los animales encontrarían loable en nosotros.
Los resucitados acusan de repente a Dios en todas las lenguas: el verdadero Juicio Universal.
Quemó todos sus libros y, como un ermitaño, se retiró a una biblioteca pública.
(Canetti, E., La provincia del hombre, Taurus)
No hay comentarios:
Publicar un comentario