Sólo el arte, la literatura y la música, sobre todo, son capaces de hacernos llorar sin motivo.
Es curioso que en los comentarios sobre La Biblia no se haga mención de la absoluta maldad del Dios de los judíos. Uno llega a pensar si, en el fondo, no serían los demonios sus ángeles predilectos.
La maldad de Jehová es terrible; es capaz de "endurecer" el corazón del resto de los pueblos con la única intención de que el pueblo elegido no tenga piedad y los extermine a todos.
La conjunción entre literatura y música provoca situaciones paradójicas. Así leer La esperanza de A. Malraux mientras suena el Requiem de Mozart, acaba por instalarnos en la más completa desesperanza.
Philip Marlowe: lúcido, cínico y descreido.
La verdad para Philip Marlowe más que una necesidad es una costumbre.
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