¿Pero quién es Karel Gemmerle? ¿El noble propietario de esta magnífica fortaleza o el guardabosques que se oculta entre los abetos? ¿El arquitecto que sueña con un encargo imposible o el pintor que escalona techumbres asombrosas? ¿El turista que descubre al fin el ansiado paisaje o el que colecciona postales de los atardeceres? ¿El escritor que imagina castillos inexpugnables o el lector de hazañas nacionales? ¿O acaso es una mujer dichosa de poseer en 1917 un ex-libris del cotizado Otakar Stafl con el que señalar la propiedad de su amada biblioteca?
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