Sobre la trama del tejido bordamos, apretado y en relieve, la silueta. Deseosos de demostrar nuestra pericia dibujamos ensenadas en las costas curvas de la R y, no satisfechos, lo único recto lo entrecruzamos como si el laberinto le diera fuerza y consistencia. Dentro simulamos una rejilla similar a las bases de los sillones antiguos de los bares. Ya sólo nos falta, para demostrar nuestra habilidad, regalarle un anillo y colocárselo en el centro para hacer más ostensible nuestro trabajo. ¡Qué pena que el hilo y el tejido sean tan tristes!
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