lunes, 1 de noviembre de 2010

Wittgenstein en la década de los treinta

Ludwig Wittgenstein (1889-1951) filósofo vienés decía que sus textos debían leerse lentamente, saboreando su sintaxis, asumiendo sus pensamientos. Al margen de sus obras filosóficas, entre sus manuscritos aparecieron apuntes sobre los temas más variados y que fueron escritos de 1914 a 1951. Esta selección, que espero saborees con tranquilidad, está comprendida entre los años 1930 y 1939.

Podría decir que si el lugar al que quiero llegar estuviera al final de una escalera, renunciaría a alcanzarlo. Pues allí adonde quiero llegar verdaderamente debo estar ya de hecho.
Lo que pueda alcanzar con una escalera, no me interesa.

El pensador se parece mucho al delineante que quiere marcar todas las conexiones.

El verdadero mérito de un Copérnico o de un Darwin no fue el descubrimiento de una teoría verdadera, sino de un aspecto fructíferamente nuevo.

Algunas veces se ha dicho que el disimulo y la ocultación de los judíos han sido producidos por la larga persecución. De hecho esto es falso; en cambio es evidentemente cierto que sólo existen, a pesar de esta persecución, porque tienen inclinación a esta ocultación. Como podría decirse que un animal no se ha extinguido porque tiene la posibilidad o capacidad de ocultarse. Con ello, en modo alguno quiero decir, desde luego, que haya que alabar por ello tal posibilidad.

En el arte es difícil decir algo que sea tan bueno como no decir nada.

En un solo día pueden vivirse los terrores del infierno; hay tiempo suficiente para ello.

En la carrera de la filosofía gana el que puede correr más despacio. O aquel que alcanza el último la meta.

Dormirse en los laureles es tan peligroso como descansar en una excursión por la nieve. Cabeceas y te mueres en el sueño.

Estoy sentado sobre la vida como el mal jinete sobre el caballo. Debo agradecer a la bondad del animal el no ser derribado ahora mismo.


(Ludwig Wittgenstein, Aforismos. Cultura y valor, Espasa-Calpe.)

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