Luis Mateo Díez acaba de publicar un libro, Azul serenidad, en que nos cuenta la experiencia de la muerte de personas muy cercanas, su sobrina Sonia y su cuñada Luz. El libro se completa con la publicación de la correspondencia que mantuvo con Sonia a cuenta de unas fotografías que ésta le mandaba de unos niños retratados desde el patio de su casa. Si en la primera parte me parece que peca de exceso de literatura, lastrando el dolor de la pérdida con una perfección estilística que a veces nos hace olvidar qué nos está contando; en la segunda, las cartas remitidas a Sonia, son un ejercicio magistral de lo que se puede ver y adivinar en una imagen. La mirada que interpreta la mirada de la fotógrafa, haciéndonos reparar en lo manifiesto pero a la vez oculto, se nos aparece como capitulos de una novela imposible pero necesaria. Es un placer este desconocido Mateo Díez, tan inmediato, tan libre, tan fresco, tan natural, tan cercano.
(Luis Mateo Díez, Azul serenidad o la muerte de los seres queridos, Alfaguara)
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