Cuando visitamos a nuestros muertos, año tras año, sentimos que cada vez estamos más alejados cuando, en verdad, lo que estamos es más próximos.
No todos estamos capacitados para descubrir, pero tenemos la obligación de entender.
No hay peor castigo que el remordimiento.
Antes de que naciera el Marqués de Sade ya habían gustos que merecían palos.
Si los deseos no se pueden controlar y sus satisfacción está fuera de nuestro alcance, quién nos hace sentir la culpa.
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