En 1960 la escritora irlandesa Edna O'Brien (1932) publicó su primer libro con el título de Las chicas de campo. Una obra prima que sorprende por la maestría de su escritura y la arrebatadora historia que nos cuenta. Caithleen y Baba son dos niñas que asisten a la misma escuela de una aldea irlandesa. Su relación se sucederá hasta que desembarquen en Dublín, ya jóvenes, después de haber sido expulsadas de un internado de religiosas católicas. La obra camina entre lo alegre y lo doloroso ofreciéndonos una imagen real de lo que era la sociedad irlandesa de mediados del siglo pasado, sobre todo del papel que la mujer empieza a tomar, rompiendo con los estrechos límites que hasta entonces les estaban asignados. La novela, que fue quemada públicamente por el párroco de su aldea, es una delicia. Después de más de cincuenta años sigue teniendo una frescura y una cercanía que sólo las grandes obras son capaces de mantener. La autora nos transmite un profundo conocimiento y amor por unos personajes con los que sentimos y reímos a un tiempo: la madre siempre presente; el padre despreciado y despreciable; Martha, madre de Baba, soñadora y temerosa del paso del tiempo; Gentleman, la representación del amor; Hickey, el abnegado trabajador de la finca; el tendero, las monjas, la casera, los ricos en busca de aventuras..., todos se incorporan al universo del lector para enriquecerlo. El texto es de una frescura asombrosa, escrito en primera persona sentimos como si sentados frente a Caithleen, ésta nos estuviera contando, reposadamente, su vida, entreteniéndose en reproducirnos unos diálogos ágiles y veraces y unas descripciones comedidas, certeras y siempre oportunas. Sólo hay una cosa que lamentar, la escasa publicación de sus obras en castellano; esperemos que el éxito, merecido, de esta novela convenza a editores de lo urgente que es remediar ésta imperdonable situación.
(Edna O'Brien, Las chicas de campo, Trad. Regina López Muñoz, Madrid, Errata Naturae, 2013).
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