lunes, 19 de noviembre de 2012

Adagios de Fernando de Arce

Fernando Arceo Beneventano tuvo la ocurrencia en pleno siglo XVI de traducir al latín doscientos cincuenta refranes castellanos. Pero como fuera a todas luces una empresa anacrónica los incorporó como comentario a cinco fábulas de su cosecha. El valor que pueda tener se limita a la datación de algunos refranes ya que sus comentarios poco aportan a la exégesis del refrán. Así vemos como en la quinta fábula del mosquito y el león incorpora el refrán Ande yo caliente, y ríase la gente bastantes años antes de que el ilustre Luis de Góngora naciera y por lo tanto lo universalizara en una de sus letrillas. Quede la selección como curiosidad así como la ilustración de la portada de la edición de 1533.




Quien malas mañas ha, tarde o nunca las perderá.

Mundo redondo: quien no sabe nadar vase a lo hondo.

A la larga el galgo a la liebre mata.

Quien feo ama, hermoso le parece.

Más vale un toma que dos te daré.

Cuando el cojo de amores muere, ¿qué hará el que andar puede?

A un traidor, dos alevosos.

Lo que ha de llevar el mur, dalo al gato y quitarte ha de cuidado.

No hay mayor mancilla que muchas manos a una escudilla.

Quien ruin es en su villa, ruin es en Sevilla.

Mal de muchos, gozo es.

Ande yo caliente, y ríase la gente.

Nadar y nadar, y morir a la orilla.

Quien más no puede, morir se deja.

Si el hijo sale a su padre, de duda saca a su madre.


(Fernando Arceo Beneventano, Adagios y fábulas, Librería Central, Barcelona, 1950)

domingo, 18 de noviembre de 2012

Aforismos como electrones

El poeta Carlos Marzal publicó en 2007 ciento veintitrés aforismos con el título de Electrones. Como todo iniciado en estos menesteres demuestra que se ha aprendido los rudimentos: la brevedad de la frase, el tono sentencioso, abordar temas universales (literatura, Dios, música, la edad o el tiempo), ofrecer diferentes variaciones sobre un mismo tema, hacer uso de la paradoja y jugar con las palabras. Sin embargo ha olvidado lo que en mi opinión ha permitido al género perdurar en el tiempo y conseguir adeptos incondicionales: la gracia, la chispa, la ocurrencia, la sorpresa, el estallido y la sonrisa. Sus aforismos son demasiado secos, no provocan ninguna alegría. Pueden parecer demasiado profundos, pero no porque ahonden en lo que tratan sino porque nos fuerzan a tener que pensar en lo que dicen. Os dejo con una selección de los que más me han agradado.

A nadie le resultan demasiado graves sus defectos, en especial el de no considerar sus defectos como demasiado graves.

Obra como si tus actos fuesen a convertirse en objetos de anticuario, aunque después el tiempo los vuelva simples cachivaches.

Todo lo que se sabe resulta misterioso por el hecho de saberlo, y todo lo que no, por el hecho de ignorarlo.

La sonrisa es la risa sin el lastre de tener que reír.

Con la música no estoy aquí, ni allí: estoy en parte alguna.

Una forma cortés de estar presente: como si uno fuera a ausentarse de un momento a otro.

Lo que se hace esperar corre el peligro de hacerse lo que no se espera.

La buena literatura de género demuestra que no hay más que un género de literatura: la buena.

La muerte es la muerte de los demás. La muerte nuestra es la muerte para los demás.

Aplazar los asuntos es una manera de matarlos despacio.

Cuando el matrimonio no es una empresa de dos, suele ser el negocio de uno.

Paré en una estación desconocida de un país ajeno, en un andén vacío en mitad de la noche. Y todo aquel desamparo era mi casa.


(Carlos Marzal, Electrones, Cuadernos del Vigía, Granada, 2007)

Malas Notas 33

Tenía una memoria estúpida, sólo recordaba lo inconveniente.

La mayoría de los aforismos, máximas y sentencias no son sino obviedades expresadas de manera correcta.

La noche y la vigilia propician razonamientos y sintaxis perfectos que a la luz del día no dejan de sonrojarnos.

Tenía tanto que aprender que no podía perder el tiempo en estudios.

¿Sería posible en la actualidad un Karl Kraus? Seguramente no. Y no porque en estos 70 años nos hayamos  vuelto más tolerantes, sino porque el mundo se ha transformado a imagen de mojigatos, mediocres y meapilas.

La belleza de la tipografía

En 1943 Otakar Stafl creó un ex-libris para Pojezný Milos en el que la ilustración dejaba paso a la tipografía. Una pequeña rama de tilo es la única concesión al dibujo. El resto una buena elección del color, dos orlas perfectamente compenetradas y unos tipos sugerentes. No se necesita nada más para que nuestro ex-libris resulte bello. Completa esta reproducción la firma manuscrita del artista.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Canción de Solveig

Edvard Grieg (1843-1907) musicó la obra dramática de Ibsen Peer Gynt en 22 piezas. Una de ellas es esta canción de Solveig de una profunda delicadeza y una ternura sobrecogedora. Peer Gynt es un muchacho alocado que rapta a Solveig el día de su boda para posteriormente abandonarla y correr múltiples aventuras por todo el mundo. Sin embargo entre los dos se ha creado un vínculo que a pesar de la distancia y la ausencia permanecerá inalterable: el amor. Solveig canta al reencuentro, sin prisa, sin exigencias. La espera es su estado natural y los años sólo son un accidente sin importancia.

Tal vez el invierno y la primavera pasarán,
y el próximo verano, y el año entero,
pero al fin llegarás, lo sé seguro;
y yo seguiré esperando, porque una vez te prometí que lo haría.
¡Dios te dé fuerza, a cualquier parte del mundo donde vayas!
¡Dios te dé alegría, al ponerte de pie delante de su tribunal!
¡Aquí voy a esperar hasta que vuelvas;
y si tú estás esperando allá ariba, allí nos veremos, mi amor!


(traducción tomada del blogs Villazonista)

En esta ocasión está interpretada por la soprano noruega Marita Solberg famosa precisamente por el papel de Solveig. Todo un placer.



La R que recapacita

¿Qué R soy? No recuerdo mi nacimiento pero intuyo que fui tallada hace bastantes años. Mi creador parece que no poseía un  pulso seguro, mis líneas son irregulares, engrosándose y adelgazando como siguiendo un  temblor no muy manifiesto pero siempre presente. Mi contorno recuerda la piel del elefante o la cáscara de los frutos secos. Mi interior, desconsoladamente blanco, reclama el pincel y la pintura. Me rodean signos sin ninguna pretensión salvo la de ocupar el espacio que me cerca, la estrecha sala donde habito. Sueño con iniciar el primer capítulo de una novela de destierros y reyes melancólicos.