Todas las recopilaciones de refranes son iguales y distintas. Leer un libro de refranes nos remite y recuerda otros en que aparecen los mismos o similares textos. Los decenas de miles de refranes de nuestro idioma se combinan en colecciones, repertorios o vocabularios. Entonces, ¿para qué leer lo que ya conocemos?, ¿que ganamos al reconocer refranes que ya sabíamos? Cada vez que leemos un libro de refranes que no conocíamos nos asalta una doble satisfacción, el placer de ver enunciado un refrán en una variante que desconocíamos, o a la que simplemente no habíamos prestado la atención debida, y el hallazgo de proverbios que incorporamos a nuestra colección particular.
En 1828 Antonio Jiménez publicó la Colección de refranes, adagios y locuciones proverbiales de la que hoy vamos a seleccionar unos cuantos que ilustren lo que comentamos al principio. Espero que entre ellos alguno agrade tanto como para memorizar e incorporar, si fuera posible, a nuestro discurso.
Alquimia probada tener renta y no gastar nada.
Ama sois, ama mientras el niño mama; desde que no mama, ni ama ni nada.
Reniego del amigo que cubre con las alas y muerde con el pico.
Araña, ¿quién te arañó? Otra araña como yo.
¿Qué haces bobo? Bobeo; escribo lo que me deben, y borro lo que debo.
La cabeza blanca, y el seso por venir.
Que buena cara tiene mi padre el día que no hurta.
Cochino fiado, buen invierno y mal verano.
Alabaos coles, que hay nabos en la olla.
Antaño murió el mulo y hogaño le hiede el culo.
Espantose la muerte de la degollada.
¿Qué hemos de hacer? Descansar, y tornar a beber.
Los diezmos de Dios, de tres blancas sisan dos.
Tres cosas demando si Dios me las diese, la tela, el telar, y la que lo teje.
El golpe de la sartén, aunque no duele tizna.
(Antonio Jiménez, Colección de refranes, adagios y locuciones proverbiales con sus esplicaciones é interpretaciones (1828), Sevilla, Extramuros, 2008)
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