En 1924 Azorín, con motivo de su ingreso en la Real Academia Española, pronunció un discurso donde dejó claro que se incorporaba a la institución un escritor único. Retrocede a la España del siglo XVI y partiendo de un monarca ya anciano y abrumado por las desgracias nos cuenta Una hora de España. Durante una hora hace un repaso de nuestro país dando saltos en el tiempo y en el espacio. Nos enseña Ávila, conocemos a un religioso, a un viandante y a un viejo inquisidor. Admiramos los castillos, las montañas y la costa. El País Vasco y Cataluña comparten tiempo con el estilo literario, la gloria y los corsarios. En total cuarenta y una pequeñas imágenes en las que reconocernos, en las que observamos que la ruina que somos ya estaba presente hace más de cuatro siglos. Su visión es a la vez mítica y descorazonada, la tristeza recorre cada uno de estos cuadros, pero una tristeza que no es difícil asumir porque nos reconocemos en ella. Su escritura, tan personal, ralentiza el paso del tiempo y la hora se prolonga hasta nuestros días y acabamos tal y como empezamos ante el mar inmenso. Casi un siglo más tarde sigue viva su poética: "Quien piensa claramente escribe claramente". A ver si nos enteramos.
(Azorín, Una hora de España, Alianza, 2011)
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