Estamos en 1916 y nuestro amigo Otakar Stafl diseña otros ocho ex-libris. Uno de ellos está destinado al poeta y traductor checo Bohdan Kaminsky (1859-1929). Da la casualidad que el poeta, siguiendo los pasos de su padre, se inicia en su juventud en la talla de madera, lo que nos hace pensar que era muy consciente de a quien encargaba el grabado que presidiría la entrada de sus libros. Y es precisamente un libro el que encontramos presidiendo el ex-libris, las dos hojas por donde está abierto señalan su nombre mientras una pluma, entintada por la punta, descansa en medio. Al fondo una elevación del terreno que apunta al cielo como dos disparos, inocentes pero manifiestos. A la izquierda el tronco de un árbol que se prolonga en ramas pobladas de cientos de hojas que, como un marco, cubren los lados del grabado. Todo señala hacia la elevación como si fuera el destino, ¿pero qué nos puede esperar en lo inhóspito?
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