sábado, 17 de marzo de 2012

Antonio Machado y Juan de Mairena

Admirado como poeta, Antonio Machado (1875-1939), fue también un excelente prosista y pensador. Estas dos vertientes las aunó en el maravilloso libro Juan de Mairena. Asumiendo el papel de profesor de retórica imparte sus clases a la manera de los clásicos, departiendo con sus alumnos, preguntando y planteando dilemas a los que hay que responder. Influenciado por la filosofía alemana y admirador de Nietzsche, del que toma algunos de sus aforismos, Machado en pequeños discursos repasa los temas que más le importan, la literatura, la cultura popular, el estilo, la política..., y todo de un modo aparentemente descuidado pero pleno de rigor y en un castellano asombroso. En algunas ocasiones su prosa se acerca al aforismo tanto en la extensión como en el gusto por la paradoja y la salida inesperada dejándonos textos tan sabrosos como estos:

Cuando el saber se especializa, crece el volumen total de la cultura. Esta es la ilusión y el consuelo de los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! ¡Oh, eso es lo que no sabe nadie!

La libertad, señores (hablaba Mairena a sus alumnos), es un problema metafísico. Hay, además, el liberalismo, una invención de los ingleses, gran pueblo de marinos, boxeadores e ironistas.

En política, como en arte, los novedosos apedrean a los originales.

-Ah, señores... (Habla Mairena, iniciando un ejercicio de oratoria política.) Continúe usted, señor Rodríguez, desarrollando el tema.
-Ah, señores, no lo dudéis. España, nuestra querida España, merece que sus asuntos se resuelvan favorablemente. ¿Sigo?
-Ya ha dicho usted bastante, señor Rodríguez. Eso es toda una declaración de gobierno, casi un discurso de la corona.

-A usted le parecerá Balzac un  buen novelista -decía a Juan de Mairena un joven ateneísta de Chipiona.
-A mí, sí.
-A mi, en cambio, me parece un autor tan insignificante que ni siquiera lo he leído.

Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!

Los honores, sin embargo, rendidos a vuestro prójimo, cuando son merecidos, deben alegrarnos; y si no lo fueren , que no os entristezcan por vosotros, sino por aquellos a quienes se tributan.

No toméis, sin embargo, al pie de la letra lo que os digo. En general, los viejos sabemos, por viejos, muchas cosas que vosotros, por jóvenes, ignoráis.Y alguna de ellas -todo hay que decirlo- os convendría no aprenderlas nunca. Otras. sin embargo, etc., etcétera.

Decía mi maestro: Pensad es deambular de calle en calleja, de calleja en callejón, hasta dar en un callejón sin salida. Llegados a este callejón pensamos que la gracias estaría en salir de él. Y entonces es cuando se busca la puerta al campo.

De la vejez, poco he de deciros, porque no creo haberla alcanzado todavía. Noto, sin embargo, que mi cuerpo se va poniendo en ridículo; y esto es la vejez para la mayoría de los hombres. Os confieso que no me hace maldita la gracia.

Cuando dos gitanos hablan
ya es la mentira inocente:
se mienten y no se engañan.


(Antonio Machado, Juan de Mairena, edición de Pablo del Barco, Sevilla, Junta de Andalucía, 1999)

No hay comentarios:

Publicar un comentario