Hay autores que pecan de literatura. Entre la historia y el lector colocan, como un muro, la literatura; y en vez de socorrernos, orientarnos y enriquecernos, actúan como un lastre, nos desinteresamos por lo que cuentan y acabamos hastiados de lo que tanto les enorgullece.
En todas las situaciones y durante toda su vida fue siempre un segundón, sin embargo al morirse descubrieron que era imprescindible.
La verdad, aunque dolorosa, siempre nos hace más buenos. Las mentiras, aunque piadosas, no nos hacen más felices sino más ignorantes.
¡Qué alegría poder disfrutar de libros tristes!
¿Por qué no nos exaspera la meticulosidad de Tolstoi? ¿Será por que a los dioses todo se le permite y se le perdona?
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