Aquí va de todo un poco.
¿Qué alegría, poder llorar al fin una noticia!
Tenía la belleza de lo familiar y el atractivo de lo exótico.
A tanto llegó la envidia que hasta los muertos ajenos le parecían más importantes.
Cuando miramos ocultos tras la ventana y vemos la vida de los demás, nos sentimos dioses que se inmiscuyen en sucesos que no les incumben. Y como dioses, cuando se van, nos vemos inútiles y prescindibles.
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