domingo, 16 de febrero de 2014

Los pensamientos de Napoleón

Honoré de Balzac recopiló entre los documentos de Napoleón Bonaparte los pensamientos del gran estratega corzo. Amante de la libertad y defensor de la república no podía ocultar cierto desprecio por el pueblo llano. Las relaciones con sus soldados y súbditos podían ser paternales o de sumisión. Al sentirse soberano se igualaba a Dios y veía en su misión una necesidad y transcendencia que lo situaba por encima del resto de los mortales. El escritor Joseph Roth lo retrató magistralmente en su novela Los cien días, desplegando sus contradicciones y desgracias, sus dudas e ilusiones.
Napoleón opinaba de todo, del arte militar, de la soberanía, de la religión, de la realeza o de la política. Los franceses, la revolución, las leyes o el matrimonio también entraba entre sus intereses. Dejamos aquí una pequeña selección de sus juicios.

Los reyes pagarán cara mi caída.

A la larga, un exceso de poder acaba por pervertir a la persona más honrada.

Las locuras de los demás nunca nos hacen sensatos.

Carecer de patria es vernos privados del cuarto donde nacimos, del jardín que recorrimos en nuestra infancia y de la habitación paterna.

Los golpes del destino son como los de la prensa de acuñar monedas: imprimen su valor a las personas.

El azar es el único rey legítimo del universo.

En la posición en que me hallo, sólo encuentro nobleza en la chusma que he desatendido, y sólo veo chusma entre la nobleza creada por mí.

La muerte es un dormir sin sueños y, quizá, sin despertar.

El necio tiene sobre las personas inteligentes la gran ventaja de estar siempre contento de sí mismo.

En la corte es un gran error no colocarse delante.

El hombre de frente tersa no ha reflexionado nunca.

Las novelas son la historia de los deseos humanos.


(Napoleón, Máximas y pensamientos, Trad. José L. Gil Aristu, Barcelona, Círculo de lectores, 2004)

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