Me gusta durante la noche oír el tañido de las campanadas provenientes de las iglesias, en especial cuando me hallo de paso por alguna antigua ciudad de provincias. Es un sonido que atraviesa los siglos para unirme a miles de antepasados. ¿Qué importancia tiene quiénes fueron y cómo fueron esos hombres? El repicar de las campanas nos hace semejantes.
(Repique de campanas)
La cercanía de un loco causa desazón. Es inevitable pensar que tú puedes ser aquel hombre. Pero todavía más inquietante es intuir que el loco está pensando lo mismo con respecto a ti.
(Cruce de pensamientos)
Se empieza a ser libre cuando se abandona la creencia de que la vida del mundo o nuestra propia vida debe tener un fin. La libertad es saber existir sin que un fin determine nuestra existencia.
(Sin fin)
Hay que desconfiar de aquellos que no han descendido a los infiernos al menos una vez en su vida. No sirven para la amistad, el amor o el arte. Sobre todo no sirven para el oficio de seres humanos: no han pasado la prueba que permite alcanzar el título de hombre.
(Catábasis)
Los advenedizos del conocimiento son aquellos que al contemplar el mar se hallan convencidos de que Poseidón nunca existió.
(Advenedizos)
Lo que diferencia a los dioses de los hombres es que mientres éstos se pasan la vida tratando de averiguar las reglas de juego aquéllos se limitan a jugar.
(Las reglas del juego)
Somos justos con nosotros mismos cuando llegamos a la convicción de que no hay culpables de nuestras desgracias y sí, en cambio, responsables de nuestras alegrías.
(Justicia)
(Rafael Argullol, El cazador de instantes. Cuaderno de travesía 1990-1995, Destino)
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