Tres malas notas sobre la muerte, la poesía y la memoria.
Quizás lo más sobrecogedor de la muerte sea la pérdida definitiva de la palabra. Ya no habrá nada nuevo que decir, todo ha quedado dicho, sin posibilidad de rectificación o aclaración. Por esta misma realidad irremediable me parece de lo más abyecto la pretensión de querer hablar en nombre de los muertos. Es un desprecio a lo que fueron, un aprovechar su indefensión para negarles y transformarles en lo que nos gustaría que hubieran sido. En suma, una absoluta traición.
Hacer un poema como si fuera un cuarteto de cuerda; sólo cuatro palabras que nombren y expliquen el universo.
El pasado siempre es más grato porque lo revisamos todos los días.
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