Nuestra R se mira en un pequeño espejo biselado. Pero ni ella ni el espejo son importantes. Nuestra R no es llamativa pero sí elegante, sabe mantener la compostura y adelantando, apenas un poco, el pie se cuadra frente al espejo. Aunque en blanco y negro adivinamos que el marco del espejo debe estar dorado con pan de oro. Dos macetas, una a cada lado, con forma de ánfora nos ofrecen tres tulipanes inexpresivos, como todos los tulipanes. Por arriba y por debajo el marco se adorna con volutas y espirales empequeñeciendo el espejo. Agradecemos que sea una R y no nosotros quienes nos veamos atrapados en el fondo del espejo, enmarcados por una falsa primavera.
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